Drama estival en tres actos

por Marcelo Investigator

 

Como cargarse una parroquia milenaria. Un estudio micro de un desastre macro: la Iglesia en Barcelona.

 

Acto (III)

Resumen del capítulo anterior

Sinopsis. Años noventa. Carrera enfrentado al cardenal Carles convierte su demarcación y en especial Mataró en zona de refugio y protección de sacerdotes que no están dispuestos a colaborar con Su Eminencia. Este criterio pasa por encima de las necesidades espirituales de su demarcación. Mataró pasa de ser un fin a convertirse en un instrumento de su cosmovisión nacionalista eclesial y operaciones consecuentes. Carrera, no es progresista, pero no tiene otro remedio que apoyarse en cualquier cosa. La Casa de Santiago, exigua cantera de vocaciones al sacerdocio progresista, ve clausurado su seminario, paralelo al diocesano, en Badalona por el cardenal Carles después de un informe donde se ponen de manifiesto diversos escándalos incompatibles con la vida célibe. El expediente en cuestión ha sido encargado al competente y persona de fiar Mossèn Olivites de Mataró, conocido en Barcelona como Jaume González-Agapito y Granell. Carrera saca a Joan Barat y Graell de Sant Feliu de Alella para ponerlo en Santa Maria de Mataró. Es 1997. En su lugar coloca a Guillem Brossa y Tort, de la Casa de Santiago. Dos años más tarde, hace pasar a Jordi Cussó y Porredón, de la misma Casa, de las parroquias de San Jaime y San Joaquín de Santa Coloma de Gramanet a San José de Mataró. Cussó toma posesión el 2 de octubre. Mas tarde, destina a Josep Lluís Socías (2004), también de la Casa de Santiago, a la parroquia de la Mare de Déu de Montserrat. En 2002 refugia en la parroquia de la Sagrada Familia de Cirera en Mataró al mismísimo “capo” de la Unión Sacerdotal, ya en guerra abierta y a muerte contra el cardenal, el rey del “agit-pro” Joaquim “Lucky Luciano” Brustenga y Miquel. Un insolvente, académicamente hablando, retoño de 67 años (2002) que, encabezando la versión clerical de la Banda de los Cuatro tiene el honor de haber conseguir la cabeza del desgraciadamente efímero (1997-1998) rector del Seminario Conciliar, Dr. Ramon Corts i Blay, de “cal Tit” de Mataró. 1997 año clave. Recogida de firmas contra el cardenal promovida por Colomer en Mataró. Giro reformista-católico de Carles en Barcelona que afecta al Seminario. La capital del Maresme es convertida en la Cloaca Máxima del obispado.

Acaba la década, el siglo y el milenio. La Iglesia Universal celebra el Jubileo. Muchos tienen su corazón en Tor Vergara. Mientras en Mataró, la estampa de frenopático se completa con Manuel Seliva, párroco de Maria Auxiliadora del barrio de Cerdanyola de la capital del Maresme. Un pedazo de pan debajo de una cabeza hueca. Llama en abierto y por teléfono a las tertulias de la TV local pidiendo que lo inviten a ellas, manifestándose públicamente como comunista y republicano. Incapaz de comprender realmente que es el comunismo, esta casi a un paso de salir a la calle vestido de Napoleón. “13 Rue del Percebe” deja de superar las situaciones vividas en la Iglesia de Mataró.

Vender el producto

Carrera tiene que legitimar los cambios. Barat es vendido a la feligresía de Santa Maria de Mataró como el hombre que restaurará su Basílica, un enorme edificio con aspecto actual de garaje donde únicamente se realizó una restauración de emergencia acabada la Guerra Civil. Difícilmente se encontrará en Cataluña una iglesia con culto de tal dimensión y potencia arquitectónica en un estado de abandono como el que muestra la Basílica de Santa Maria de Mataró. Un reflejo milimétrico, en piedra, de lo que pasa como parroquia. El obispo Carrera, hombre negado para el oficio de gobierno, comete un nuevo error: Barat no era la persona adecuada para este menester. Había restaurado la parroquia de Alella, cierto. Pero Sant Feliu, la de la villa de los deliciosos y afilados vinos Marfil, cabe toda entera dentro de la Capilla del S. Sagramento de Santa Maria de Mataró. Además para restaurarla vendió una finca que por donación testamentaria tenia que dedicarse a la construcción de una capilla en una de las numerosas urbanizaciones de Alella. Derivando su uso, aplicó la cantidad obtenida a la restauración de la parroquial.

Quien conozca a Joan Barat y Graell no tardará en descubrir que es una persona carente del don de gentes necesario para abordar un proyecto de restauración con un coste de financiación de unos 5 millones de euros. Hombre simple y de mundología limitada, lo suyo hubiera sido dejarlo en una parroquia donde pudiera ir a hacer la butifarra (juego de naipes catalán) en el bar del pueblo, esperando, junto a sus feligreses, que comenzara el partido del Barça. La culpa no es del olmo si se le piden peras.

Barat restaura la Capilla del Santísimo, cierto. Su programa: quitar el comulgador y casi todos los reclinatorios de los bancos; poner aire condicionado. El aire no va nunca para no gastar. Las Misas de cada día y dominicales en verano se hacen en otra capilla que tiene fresco natural. Desbordando el presupuesto inicial, hace instalar unos carísimos aparatos de doble uso refrigeradores-calefactores que se estropearan de no usarlos. Un ejemplo, entre muchos, de la falta del mínimo criterio en sus intervenciones en materia de restauración y conservación del patrimonio de Santa Maria. Sí funciona, y a toda vela, es el aire condicionado que puso en sus estancias privadas en la rectoría.

Joan Barat nunca ha entendido Santa Maria ni la va entender. Atrapado en el mito, pretende ajustar una gran iglesia barroca contra-reformista al imaginario nacionalista de la pequeña parroquia románica de las faldas del Pirineo. Si pudiera se cargaría todos los grandes altares, ya lo ha hecho en parte, para substituirlos por otros pequeños, idénticos a los de las ermitas que aparecen en la Cataluña Románica. Expresión litúrgica que afecta también a su eclesiología. El problema es que Mataró no es Sant Jaume de Frontanyà, ni la católica una iglesia con vocación de minoría catalanísima acurrucada alrededor del altar. Cómo se puede dar la responsabilidad de una parroquia tan importante como Santa Maria de Mataró, de una ciudad que cada vez se parece mas a la Corinto de San Pablo, a una persona que está bloqueada para comprender el mundo en medio del cual vive.

La política del obispo Carrera tiene, pero, otras consecuencias, a parte de confiar en una persona incompetente para la labor que se le confió.

Blancos y negros

Joan Barat asumió el curato de Santa Maria de Mataró, en 1997, con 64 años, una edad que en el mundo civil es el previo al de la jubilación. Entramos aquí en otra de las miserias del mundo Carrera y por extensión del nacional-catolicismo catalanista. El cinismo de este mundo es proverbial. El dogma: una parroquia de referencia (Santa Maria de Mataró) no se puede confiar a un sacerdote joven. Este leitmotiv es simple y llanamente un medio para bloquear la prueba del nueve que pondría de manifiesto el fracaso de esta generación de sacerdotes ultrasesentones. Es igual que el gran párroco mártir Josep Samsó (+1936) que renovó la vida parroquial hubiera asumido el timón de Santa Maria con solo 32 años.

El mundo clerical nacionalista NO tiene vocaciones. Nadie les sigue. Es un fracaso. Es su fracaso. Esta es “la pura e sacrosanta verità”. Una vida tirando la culpa de su fracaso a los demás: a Roma por carca, a España por carca. Engañando feligreses, manipulando el magisterio de la Iglesia, destrozando la Liturgia, denigrando a compañeros sacerdotes fieles, actuando de manera para-racista y sectaria, denigrando al Santo Padre. Confiar el curato de Santa Maria a un sacerdote joven es sinónimo, casi una identidad, de confiar en un sacerdote con clergyman-por-convicción. Porque solo en los ambientes católico-romanos de Barcelona han surgido, en los últimos años, vocaciones con una formación civil previa consistente, que rompe la jaula de cristal de la formación eclesial del Seminario barcelonés y, esto es más importante que lo anterior, con una psicología equilibrada.

Sólo en ellos se podría confiar una parroquia tan compleja, histórica y con tanta potencialidad (y perdón por el adjetivo tan empresarial), como Santa Maria de Mataró. Pero tener que recurrir a uno de ellos (los jóvenes con clergyman-por-convicción, sus bestias negras) tenía el peligro de exponerse a la posibilidad de que lo hiciera BIEN. Al peligro de poner de manifiesto que, como el blanco cuando se pone al lado del gris oscuro, mostrara el grado de decadencia del mundo clerical catalanista-progresista. ¿Por qué sino creen ustedes que Romà Casonovas, obispo de Vic, incomoda tanto a este mundo? No pudiendo atacarlo por “charnego”, lo han convertido en transparente. No sin enviarle dardos, de tanto en tanto, cuando se tercia la oportunidad.

No se piensen ustedes que esto es literatura. Porque todos sabemos que sólo estos sacerdotes católico-romanos con clergyman-por-convicción trabajan; que sólo ellos están enamorados de la Iglesia; que sólo en ellos aun se ve viva la Llama que los trajo al sacerdocio; que sólo ellos son capaces de ser entendidos por los jóvenes; que sólo ellos llenan autobuses de dos pisos con jóvenes para ir a una peregrinación; que sólo ellos aún siembran los campos para que germinen matrimonios y familias jóvenes como la Iglesia manda; que sólo en ellos las parroquias tienen futuro en nuestra diócesis. Y pese a ello nunca se les promociona, siempre se les trunca su labor con maniobras de sus superiores, se juega con ellos como piezas o se les ignora en los medios de información. Y una cosa aún más injusta. En nuestro obispado, donde la mentalidad funcionarial ha calado hasta el tuétano, nunca se les da las gracias y se da como obligación su labor. Una vil actuación que evita tener que comparar: tener que evidenciar que unos trabajan y otros viven del cuento. A los del clergyman-por-convicción, su esfuerzo se les supone, es su obligación. A los otros, se les ríen las gracias y nunca se les amonesta.

¿Y Turull, el-del-clergyman-sobrevenido? Una parroquia de referencia, en este caso una institución clave, el Seminario, no se puede confiar a un sacerdote joven, EXCEPTO que sea uno de los nuestros (el único joven). Eso mismo pensó Carrera cuando nombró en 1999 a Jordi Cussó, con 43 años, párroco de la céntrica Sant Josep. Parroquia de Mataró con muchas “potencialidades”, extensos locales y finanzas saneadas y prósperas. Un bombón que seria incapaz de aprovechar, víctima del acomplejamiento, la nula capacidad de trabajo y escaqueo de que adolecen la casi totalidad de la Casa de Santiago.

Entre topos y tapones

Las parroquias de referencia, para los nuestros. Pero, ¿y el trabajo, quien lo hará? Para ello, como en las plantaciones de los señoritos blancos de las orillas del Mississippi, Carrera tiene que recurrir a la mano de obra esclava, a los recientemente ordenados. Por Santa Maria pasan, sucediéndose como vicarios del párroco Joan Barat: Ramon Mor y Balaguer (1997-2002), Joan Artur Boardman y Iranzo (2003-2005) y Jordi Gutiérrez y Bassa (2005-2007). Los tres con clergyman, los tres muy católicos y romanos y de noble corazón, los tres víctimas del doble juego del párroco y su consejo pastoral. Carrera, presionado por Barat que quería vicario como fuera, hacia cola intentado pillar, siempre tarde, alguno de los nuevos ordenados que salían del Seminario. Finalmente consiguió que le enviaran a alguien para Santa Maria. Así cayó del cielo aún siendo diacono Ramon Mor, quien seria ordenado en 1998 en la propia basílica mataronesa junto a Custodio Ballester y Joan d’Arquer. El último respiro de vida diocesana en Mataró (y además regalado por el cardenal Carles). Posteriormente procedente de la estalinista dispersión de la obra de Mossèn Cima en Terrassa por el agente de la Unión Sacerdotal Josep Pausas y Mas, provino, exilado, el diacono Boardman. Le sucedería Jordi Gutierrez.

Se delega en ellos el trabajo, pero las últimas decisiones se las reservan los del sillón, el abatible y de piel de delante de la TV de la rectoría, y el de los mandarines de la parroquia en su consejo parroquial.

Por el consejo parroquial transitan dos-matrimonios-dos, como en la feria. El formado por Don Ramon Safont-Tria y Doña Elisa Mataró, consejeros ad-aeternum que no asisten a ninguna de las Misas dominicales en Santa Maria –en el mundo progresista la realidad siempre supera la ficción-, que procedentes de la Escuela Pía Santa Anna de Mataró desembarcaron en Santa Maria de la mano de Josep Lligadas. De este grupo formaba parte el antiguo secretario del Consejo Parroquial y del Consejo Arciprestal y representante del Arciprestazgo en el Diocesano. Si fuéramos progresistas, en su praxis, donde el fin justifica los medios, no tendríamos ningún pudor en desvelar algunas interioridades que el decoro conservador nos impide explicitar. No es la única miseria humana que nos guardamos del gremio progresista en Mataró.

El otro matrimonio “lapa” del Consejo con afán de protagonismo es el formado por el furibundo anti-cardenal-Carles Don Antoni Codina y March, alias “el del jabón”, y su esposa Doña Conchita Filbá, miembros desde mediados de la década de los setenta del siglo pasado del Consejo Parroquial. En comunión de espíritu con el párroco Colomer y amedrentando con el epíteto “carca”, cual espada de Damocles, al actual Barat, la parroquia no puede desprenderse de ellos. Monopolizando la vida litúrgica y bloqueando cualquier iniciativa que se escapara a su control, su descaro, prepotencia y carácter refractario, junto a una nula formación (también litúrgica), visión de topo y convicción que la parroquia es un apéndice de su empresa familiar (Jabones LA OCA), son responsables, junto a los dos últimos párrocos, de la nula capacidad de empatía de los feligreses de Santa Maria hacia su parroquia.

En la última Misa de las Santas Patronas de la Ciudad, este personaje, muy moderno y inter-religioso, invitó a dos representantes de la mezquita de Mataró. Pero, con una falta de tacto y protocolo que en otros lares hubiera provocado un conflicto de tamaño considerable, acabaron sentados en el banco número diez ya que “il padrino” Codina dio la orden que los pusieran literalmente “en un lugar donde no se vieran mucho”. Desafortunadas las parroquias que incurren en este tipo de tapones.

Que trabaje el negro

Con semejantes párrocos y personal consejero, la labor de los tres vicarios Mor, Boardman y Gutierrez se convierte en una esquizofrenia. Por una parte, fieles al Magisterio defienden la vida católica sin trampas, especialmente en su labor como catequistas y con los padres de los niños. Pero a la que proponen algo mas, es decir construir un marco donde los jóvenes y mas adultos no vivieran en solitario su vida como creyentes, vienen los problemas. A los negros, los del clergyman-por-convicción se les necesita para labrar, sembrar y regar. Los frutos los recogerán los mangantes, es decir la gerontocracia nacional-progresista y sus adláteres. Se suceden así las presiones para apuntar a sus jóvenes en movimientos anticatólicos como la JOC y similares promocionados por la progresía del obispado desde Barcelona; o directamente negarles (tenían pánico a su camisa negra) la responsabilidad sobre los jóvenes por temor a que les impongan el catolicismo como el Papa manda; o los palos a las ruedas para constituir movimientos católicos no progresistas en la parroquia. ¿Qué agricultor trabaja para que una vez cultivado el campo vengan los gamberros y aprovechados y destrocen las cosechas? Y más cuando, a diferencia de los progresistas, estos sacerdotes, por “carcas”, consideran que no se puede jugar con las personas pues, detrás de cada una de ellas, hay un alma y no un número. Con este panorama no es de extrañar que los tres suspiraran por marchar lo antes posible de una parroquia que necesita de otro tipo de remedios. De rodillas pidieron el traslado. Uno lo consiguió y marcha a Caldes de Montbui es nombrado párroco, otro se traslada a su diócesis natal. El tercero parte hacia Santa Juliana y Semproniana de la Verneda donde al menos los neocatecumenales lo trata como una persona y no un objeto.

Ni derribos Ureña

La labor de destrucción de Santa Maria, la contraria al pretendido proceso de restauración como edificio –otra vez comenzando la casa por el techo-, se completa con otros aspectos. El rectorado de Joan Barat se caracteriza por una nula preocupación por la Liturgia, entregada a manos insolventes en la materia. Los fieles sufren en silencio el desorden, la improvisión constante y las excentricidades en las ceremonias religiosas del párroco y del monitor plasta Codina. Una capa de floricultura tapa en las grandes festividades una tan descuidada liturgia que seria motivo a que se le retirase a esa iglesia el título de Basílica. Los parroquianos aguantan estoicamente las melodías imposibles que les quieren imponer algunos de los monitores, sujetos que constantemente tapan el canto de la asamblea con sus alaridos. No existe coro parroquial pese a que los locales parroquiales acogen dos corales que hacen su vida por su cuenta. Parte de los locales parroquiales son ocupados por el plató del programa religioso de la TV local, emisión controlada férreamente por el matrimonio Safont-Tria/Mataró y por Salicrú (de la parroquia vecina) para divulgar su eclesiología particular.

No existe ninguna preocupación por el calendario religioso propio de la parroquia, se ignoran las fiestas de los santos vinculados a o con sus restos en la Basílica (Santos Desiderio, Feliciano…), ni se celebra la fiesta de la Dedicación a finales de octubre. Las cofradías históricas están a punto de desaparecer como la del Rosario (de 1575), la Congregación de los Dolores (1693), la de las Almas del Purgatorio (1749) o el Apostolado de la oración (1867). Ya han desaparecido la del Santísimo Sacramento (s.XVII) que organizaba la procesión de Corpus, procesión que ya no se celebra. El párroco estuvo a punto de cargarse el rezo del rosario vespertino diario, operación arbitraria que fue parada por un conjunto de señoras que le espetó “espere, al menos, que nos muramos”. Los cofrades de Nuestro Padre Jesús Cautivo, cofradía nacida en los años ochenta entre la inmigración del Sur de España y que se desvivía por formar parte de la vida de Santa Maria, han abandonado descorazonados por un párroco y una caspa parroquial que los trata como marcianos. El respeto a la vida piadosa es nulo. Se han prohibido el uso de candelas y cirios bajo el pretexto del humo (no fuera que ensuciase en una iglesia que parece un sucio almacén), substituidos por ridículos candeleros electrónicos, que nadie utiliza, donde el párroco espera hacer negocio aunque nunca recuperará la inversión. El bendito sacristán, hombre de infinita paciencia y obediencia, que actúa de facto de mayordomo del párroco, tiene que amonestar por orden de su superior, a los fieles que depositan su ofrenda en forma de vela a los pies de algún santo. La iglesia tiene dos imágenes del Cristo Crucificado de tamaño natural simultáneamente expuestos en la nave de la Basílica y tres sagrarios con el Señor dentro también simultáneamente. Gimnasia para la feligresía que desea arrodillarse al pasar delante de Su presencia. Los recesos (conferencias) de Cuaresma y Adviento son instrumentalizados por el mandarín Codina para invitar a conferenciantes progresistas. Por allí acostumbran ha pasar monjas desnortadas, cuando no a punto de sentarse en un diván de psicólogo, y profesores heterodoxos.

La parroquia tampoco acoge ningún movimiento de Iglesia, evidentemente ninguno de renovador (Neocatecumenales, Comunión y Liberación, Focolari, Schönstatt…), pero es que ya ni progresista. La colaboración con las cuatro escuelas católicas de la parroquia es nula (Escuela Pía Santa Anna, Maristas Valldemía, Corazón de Maria y Franciscanas de los Sagrados Corazones-La Coma) como nula es la relación con el Centro Católico (obra social-cultural-teatral-deportiva-escolar-musical).

El actual calendario de celebraciones del Milenario de la parroquia, un gran decorado Potemkin, es financiado con dinero público, después de poner la pistola en el pecho al alcalde y concejal de Cultura. Un calendario de celebraciones que pone refleja la realidad: salvo las Misas de apertura y clausura, todo son conciertos de música y conferencias de Historia. Ni una conferencia de carácter espiritual (porque casi ya no hay parroquianos). Ningún acto religioso con la juventud (porque no existe). No habrá hecho falta ni los derribos Ureña. El nacional-progresismo eclesial demolido por el mismo.

Homenaje: este drama en tres actos es un homenaje a las víctimas del mundo nacional-progresista de Santa Maria, la clase de tropa que asiste y reza en Santa Maria y calla. A todos ellos, a los sin voz; personas anónimas sin mucha facilidad de palabra para enfrentarse a un clan que no calla nunca. A aquellos que ayudan; que ven las debilidades de los que mandan y lo soportan; que sonríen y dan las gracias; que intentan plasmar su vida cristiana en el cotidiano y no publicitan sus buenas obras; que no entienden lo que ha pasado pero que en su interior saben que no esta bien; a los instrumentalizados por los que se abrogan, sin permiso ni legitimidad, su representatividad y que les manipulan su opinión; y a las víctimas que son tratadas como marionetas por la banda de políticos fracasados metidos a la Iglesia. A los sin voz, una sincera reverencia.

Nota: El cardenal Martínez ha nombrado párroco de Sant Andreu de Llavaneres al párroco de Caldetes sin cesarlo de esta última responsabilidad. Al de la primera parroquia, Mn. Segimon Garcia, lo ha enviado a la antigua sufragánea de Santa Maria, San José de Mataró. ¿Es posible que n.s.b.a. cardenal acabe dándole la responsabilidad de Santa Maria si el párroco Barat (de 75 años) se jubila? La puntilla a 1000 años de historia.

 

 

Acto (II)

Gente con problemas de cuna: el pedigrí como complejo

Recapitulemos. Josep Lligadas y Vendrell llegó a Mataró en 1980 como vicario de Francesc Pou y Ginesta (Sant Celoni 1911- Mataró 1997), el último párroco vitalicio y por oposición que tuvo Santa María de Mataró. Había tomado posesión de la parroquia mataronesa el 31 de marzo de 1957. Con 69 años a sus espaldas y 23 como rector necesitaba de un vicario joven que le ayudara. A Pou, sacerdote de la vieja escuela, la aplicación a lo ignorante del Vaticano II en Cataluña le produjo no pocas contradicciones. El tiempo le ha dado la razón. Más quebraderos de cabeza le aportó la pastoral marxista de su nuevo vicario que duró lo que duró su estada en Santa Maria (1980-1986) y que luego trasladó a Maria Auxiliadora cuando fue nombrado párroco de esta parroquia de Mataró (1986-1989). Barrio de inmigración andaluza, los nuevos feligreses de Lligadas estaban más interesados en restaurar las procesiones de Semana Santa que en ser liberados en lo social por las prédicas marxisto-cristianas de su párroco. La montaña rusa del elitismo intelectualista, compañero de viaje del idealismo filosófico, tan propenso a simplificar la naturaleza humana, produjo una nueva tragedia personal. Lligadas colgó los hábitos. Había pasado la época donde era uno de los “convocantes”, eufemismo de organizador, (nuevamente retórica rousseauniana del estado natural del hombre, “revival” de pensamiento ilustrado del siglo XVIII) del “Forum Vida i Evangeli”, un experimento asambleario que llenaba su contenido con aquella espontaneidad tan típica de los progres de Misa. Donde no hay que acreditar nada, solo el formar parte del grupo de los escogidos, ni hojas de parra.

No pasó sin embargo su vinculación con el Centro de Pastoral Litúrgica (CPL) de Barcelona, del cual es uno de los ideólogos. Por allí vegeta ahora, el pobre hombre, malviviendo de componer vidas de santos para el CPL extractadas de la Biblioteca Sanctorum. Mientras tanto, va de número cuatro por la lista d’Iniciativa per Catalunya (ver Directorio de mayo floreal del 12/05/2008 ), por Viladecans, donde se hace perdonar por ser de la población “de toda la vida”. El también es hijo de la clase obrera aunque tenga que remontarse a dos siglos atrás. Es lo que tiene la obsesión enfermiza por contemplar y analizar todo el Género Humano solo bajo una categoría, compartimentado de modo estanco por clases sociales petrificadas. Si esto no es un complejo que venga la cigüeña que lo puso en su casa natal y lo vea.

Gente con problemas de cuna: el pedigrí como mérito

La sectaria y destructiva Unió Sacerdotal de Barcelona, siguiendo su estrategia muy premeditada de copar los arciprestazgos y las principales parroquias diocesanas, consiguió colar uno de sus hombres para Santa Maria de Mataró: el mataronés Josep Colomer y Busquets. La operación se vio obstaculizada por la mala salud de hierro del anciano párroco Pou y Ginesta y por su reivindicación del carácter vitalicio sobre el curato de Santa Maria, pues este carácter tenía cuando ganó las oposiciones para la provisión de párroco en 1957. Le daba la razón el principio jurídico que la retroactividad siempre debe ser positiva nunca negativa.

Para salvar el inconveniente nombraron en 1983 a Colomer, que desde 1971 era párroco de Sant Simó i Sant Pau de Mataró, vicario de Santa Maria con un tácito derecho a sucesión que justificaba una extraña trayectoria (el paso de párroco a vicario). Ese mismo año, 1983, Colomer también accedía al cargo de arcipreste sucediendo a Pou quien ya iba viendo quien le hacia la cama. Colomer, miembro de la Unió Sacerdotal de Barcelona, tiene una hermana presidente de Omnium Cultural de Mataró y otra Auxiliar Seglar Diocesana, pía unión de mujeres consagradas desde el estado laical, fundada por Manuel Bonet i Muixí, el mismo que fundó en 1947 la Unión Sacerdotal. Asociación de la que es miembro clave Joan “Cospirator” Batlles i Alerm, señor feudal como vicario episcopal de la demarcación del Maresme de 1981 a 1990; y de la que fue miembro nuestro s.b.a. Dr. Martínez y Sistach, Vicario General de la diócesis de Barcelona de 1979 a 1991.

Colomer es hijo de can Colomer, casa de aspecto patriarcal de la señorial calle Barcelona de Mataró. Un MTV = un mataronés de toda la vida, como nos explican los de la capital del Maresme. Este personaje resume muy bien lo que era la Unión Sacerdotal de Barcelona: un lobby de niños de casa bien catalana metidos a cura que han intentado controlar la diócesis sustrayéndola de las manos de sus pastores legítimos: los obispos. Unos niños “llepas” que reinventan su propia historia y la de Cataluña. Lo que le hicieron a Don Marcelo esta escrito en piedra en la puerta del Palacio Episcopal.

Con motivo del 75 aniversario de la fundación, en 2005, la prestigiosa y céntrica Ferretería Colomer editó su historia, que sin embargo pasa por alto un detalle. El padre de Josep Colomer, Francisco Colomer, era hijo de la inmigración intracatalana (que también existió). Llegó con una mano delante y otra detrás a Mataró entrando de mozo en la Ferretería Sagalés de la capital del Maresme. Pasados los años, en 1930, el propietario de este establecimiento, sin sucesión familiar, ofreció la continuidad del negocio a su dependiente, Colomer padre. Las tijeras de los que les gusta reinventar la historia para eludir los orígenes humildes hicieron que este detalle no estuviera en la historia editada por establecimiento, que en verdad es centenario, superando su supuesto 75 aniversario. Mas tarde, con el fruto de su trabajo detrás del mostrador y el ahorro peseta a peseta, los Colomer compraron una antigua casa solariega (siglos XVIII-XIX) de la calle Barcelona, que solo desde entonces es can Colomer. Los Colomer entraban a formar parte de patriciado local: un hombre “de los nuestros” para poner delante de Santa Maria.

Seguro que Max Weber no se inspiró en los Colomer para su “Ética protestante y el espíritu del capitalismo” porque su obra es de 1901. Tampoco Ernest Lluch en su colaboración en “Bisbes, Il•lustració i jansenisme a la Catalunya del segel XVIII” (2000), donde sostenía un sustrato católico jansenista (para-calvinismo católico) en el despertar del capitalismo catalán. Como sostienen el profesor Francisco Canals el jansenismo en Cataluña en el siglo XVIII es irrelevante. No sabemos si lo fue para la Unión Sacerdotal de Barcelona.

Este caso particular es testimonio a escala local del proceso de reinvención de un supuesto carácter (tarannà) catalán, también y sobretodo eclesial, que se inició en los años veinte del siglo pasado. Un talante mitificado por el Noucentisme con el “seny” (juicio), la racionalidad como lema, diferenciado del resto de su contexto hispano. Sin ADN distinto, otros componentes, en nuestra latitud, de caracteres psicológicos, se convirtieron en identificadores y diferenciadores. Quien se acuerda de Serrallonga y de los bestias con barretina de los bandoleros catalanes (nuestros antepasados) del siglo XVI y XVII, al lado de los cuales la mafia siciliana es un coro de niñas colegialas.

“Stultorum infinitus est numerus”.

Llegamos aquí al primer grupo de víctimas de la arrogancia de la sectaria y jansenizante Unión Sacerdotal de Barcelona. El arcipreste Colomer, expresando su mentalidad de puro y duro, formó parte del núcleo opositor a la restauración en 1986 de las procesiones de Semana Santa en Mataró por parte de unos laicos desacomplejados y ortodoxos (y cachondos en el buen sentido de la palabra). Se les negó el pan y la sal y el placet eclesiástico para salir a la calle que, afortunadamente, fue ignorado por los organizadores saliendo sin permiso.

El mundo cofrade local, especialmente el procedente de la inmigración del Sur de España en Mataró, nunca acabó de comprender la oposición y el vacío del Consejo Pastoral Arciprestal de Mataró (COPAM) que se les hacía. De hecho dicho Consejo actuaba como una pantalla aparentemente democrática de los pasteleos de su comité ejecutivo, la llamada Permanente. La teoria: el COPAM se presentaba como órgano representativo de la Iglesia en Mataró. La práctica: su Permanente (Josep Colomer y Ramon Salicrú a la cabeza) lo manipulaba al cocinar previamente el menú a servir.

El 26 de noviembre de 1985 la Permanente arrastraba al COPAM hacia sus aguas haciéndole aprobar un documento donde textualmente: [Subrayamos los verbos en primera persona del plural que se utilizan en vez de la tercera persona del singular como seria lo propio, el Consejo valora, etc…]:

“valoramos de manera claramente negativa las posibilidad de restaurar ninguna procesión de Semana Santa de las que, ya hace un buen número de años [1971], fueron suprimidas. Las circunstancias socio-culturales y religiosas que en aquellos momentos llevaron a la supresión de las procesiones, continúan vigentes actualmente, de manera que ahora, la celebración de una procesión en Mataró se convertiría más bien en un espectáculo de origen religioso que no en una expresión de fe. Sabemos bien, y creemos que es buena cosa, que estamos en unos momentos en que se extiende un anhelo de recuperar tradiciones, pero queremos decir también que una cosa es querer recuperar tradiciones antiguas y otra querer convertirlas en una celebración pública y comunitaria de Iglesia. En todo caso, en esta línea de recuperación de tradiciones, sí que consideraríamos adecuado, durante los días de la Semana Santa, dignificar y dar relevo a los antiguos misterios (pasos), y exponerlos a la piedad popular dentro de las iglesias donde actualmente se encuentran. Pero en cambio, estamos convencidos que la restauración de las procesiones en Mataró significaría una desnaturalización de la celebración cristiana de los días santos de la muerte y la resurrección del Señor”

La situación se convirtió en patética e insostenible: pese a las “valoraciones negativas” 50.000 personas salen cada año a la calle siguiendo la procesión. El cura nacionalista de casa buena, Colomer, y el mandarín Ramon Salicrú, miembro histórico del PSC, “comisario” del partido en la Permanente del Consejo Arciprestal para que nadie rechiste y consejero de soluciones peregrinas, fueron chafados por la realidad. Otra vez el matrimonio nacional y socialista catalán. Su idealizado pueblo les desautorizaba.

El 13 de febrero de 1990 la situación explotó. El clasismo de Colomer soliviantaba los ánimos hasta provocar la actuación de los que nunca acostumbraban a acaparar la voz en los debates del COPAM. Se elaboró un documento por parte de algunos sacerdotes valientes que se pasaron por el forro la dictadura de la Permanente. Un texto que seria aprobado por la mayoría del pleno (asamblea) del COPAM, y en el que se daba apoyo eclesial a las procesiones. Salicrú, siempre temeroso de contestación, era desautorizado ya que continuaba pensando que las procesiones no debían ser revitalizadas por la Iglesia. Colomer llegó a afirmar en aquella tempestuosa sesión del 13 de febrero que estas manifestaciones promovían “una fe espiritualista, no tanto de relación fe-vida y comunidad”. Por suerte su “pueblo” se paso por el arco del triunfo sus análisis elitistas y remilgados.

Anaeróbica, la respiración del idiota.

A esta bofetada popular a Salicrú y Colomer se sumó otra institucional. Ese mismo año era nombrado obispo de Barcelona Ricard Maria Carles. Lligadas dejaba definitivamente Mataró camino de su secularización. El mandarín Salicrú (PSC) volvía a sus cuarteles de invierno, la parroquia de Sant Josep en el centro en esa ciudad, donde años después constituirá la Sección local de “Cristianisme segle XXI”, organización especializada en plantar cizaña contra la jerarquía católica y romana. Colomer no seria reelegido en 1992, al final de su nuevo mandato, por sus compañeros.

Pero lo que parecían nuevas esperanzas pronto quedarían en vía muerta. El cardenal Carles cometió el error de confiar en Joan Carrera y de hacerle obispo auxiliar. Y más aún, en confiarle en 1991 el Barcelonés Norte y el Maresme que en la práctica quedarían desligadas de la comunión diocesana y que daría oxigeno a los anti-romanos. En 1993 Colomer consiguió por fin la titularidad oficial del curato de Santa Maria que tanto había anhelado. Francesc Pou murió en Mataró el 23 de febrero de 1997 como emérito dejando dispuesto no ser enterrado en la ciudad donde había vivido sus últimos 40 años, decepcionado por el trato recibido.

Si antes había sufrido humillación la gente de las barriadas, ahora le tocaba el turno a los de su propia parroquia. Durante su mandato como párroco oficial (1993-1997) se puso de manifiesto otro de los elementos típicos del sectarismo de la Unió Sacerdotal: negar el pan y la sal a toda aquella vida parroquial que no se ajustara a sus predilecciones subjetivas y personalistas (esa mezcla elitista y humilladora de tardo–jansenismo y nacional-catolicismo catalanista). Aunque fuera mil vez más mataronesa que el propio Colomer. Monarca absoluto truncó el respeto histórico a la sana diversidad de la manifestación espiritual de los laicos. Así, aún recuerdan con dolor el vacío –les negaba incluso el saludo durante el Novenario de Almas de principios de Noviembre- de Colomer a los administradores de la “peligrosa” Cofradía de las Almas del Purgatorio de Santa Maria, fundada el 1749. Una devoción para Colomer caduca y que estorbaba a la imagen de Iglesia. También hay que destacar el grado de ultra-fiscalización de la labor de las catequistas, las cuales –las más lúcidas- se sentían como meros peones.

La parroquia se quedó sin juventud después de los vientos Lligadas, mientras las finanzas de Santa Maria se acercaban al colapso. Una extraña operación con la venta de una parte de tierras circunscritas a un legado benéfico de la segunda mitad del siglo XIX, el asilo Cabanellas, salvó la economía pero levantó las suspicacias del resto de los párrocos de la ciudad. Envidiosos algunos de ellos, molestos los otros por el talante clasista de Colomer, siempre escudado por buenas familias del centro que miraban por encima del hombro a todo aquello que proviniera del mundo humilde pero autóctono de Mataró o de las barriadas de la inmigración del Sur de España que pueblan la periferia de esa ciudad des de los años sesenta.

Podrida la balsa mataronesa, como el resto del oasis del mundo anti-cardenal-Carles, en 1997 el propio arzobispo decidió regenerar un poco los aires en Santa Maria removiendo a Colomer pues su salud estaba seriamente quebrantada por aquel entonces. Para evitarlo, Colomer dio su aprobación a una campaña de firmas contra la decisión del arzobispo, la cual engañó a más de un mal informado. Los organizadores de la campaña (la guardia pretoriana de Colomer) supieron presentarla a los fieles como una defensa de la parroquia contra un despótico Carles; y a Carles, la campaña se le presentó como el sentir unánime de una parroquia. La campaña de acoso y derribo de la Unió Sacerdotal de Barcelona contra el cardenal Carles empezaba a calentar motores.

En poco tiempo el arzobispo visitó dos veces Santa Maria para intentar desactivar la bomba que, incauto, le estaban preparando: en febrero con motivo del funeral del anciano párroco emérito Pou y el 31 de agosto en la toma de posesión del sustituto de Colomer, Joan Barat (Olvan 1933), reclutado por el obispo Carrera. Los acólitos de Colomer habían conseguido poner la feligresía contra el arzobispo y Carrera colar a uno de sus amigos, un ultra-nacionalista que de no ser por su amistad e ideología compartida se hubiera jubilado en la modesta parroquia de Alella. Carrera refugiaría en Alella a Guillem Brossa i Tort, de la Casa de Santiago aquel mismo 1997 y a Jordi Cusó, también de la casa de Santiago, nombrándolo en 1999 párroco de la otra parroquia de centro de Mataró, Sant Josep. La Casa de Santiago, a la cual se le acababa de clausurar su seminario paralelo en Badalona por escándalo, ofrecía ahora a la vieja guardia nacionalista lo que el marxismo, agotado, había proporcionado años atrás. La charca podrida y endogámica se hacia cada vez más pequeña. Patético destino de una iglesia nacional (del signo que sea).

Todo, todo, todo menos abrir la cabeza al mundo y a la renovación católica que lideraba en aquellos años Juan Pablo II. Continuaba para Mataró la mentalidad anaeróbica del idiota (etimológicamente, persona que solo conoce su lengua materna).

 

Acto (I)

Lo que sucede en la parroquia madre y decana de la ciudad de Mataró es digno de la mayor de las penas. Una de las más importantes parroquias del obispado de Barcelona, equiparable ya en el siglo XVIII a una de las siete históricas de la ciudad condal, yace sumida en la más triste y anodinas de las mediocridades. Marginada en la marginalidad de nuestra diócesis.

La suma de los asistentes a las cuatro Misas dominicales que se celebran es de 120 personas, un 75% de ellas mayores de 70 años. Ninguna de dichas Misas se celebra en el Altar Mayor de la nave central de una iglesia que el 1928 recibió del S. Padre Pío XI el título de Basílica, por la dimensión (arquitectónica, comunidad de presbíteros…) y esplendor de un culto equiparable entonces a los de algunas catedrales de España.

Sin confirmandos los últimos años, la presencia de menores de 40 años se puede contar con los dedos de una mano (excluyendo las tres o cuatro monaguillas). Desde los años setenta y con la excepción del espejismo Lligadas, la vida parroquial ha ido de mal en peor. Cuarenta años de decadencia ininterrumpida que no han hecho meditar ni actuar a nadie, excepto un intento del cardenal Carles abortado por las operaciones nacionalistas de su obispo auxiliar Joan Carrera, quien siempre le importó tres rábanos Mataró y mas aún Santa Maria. Allí su promesa nunca realizada de atender desde esta parroquia, una vez por semana, a la demandas de los feligreses de la capital del Maresme. Que a nadie le extrañe que sea nulo el sentimiento diocesano en Mataró, abandonada por unos obispos, Jubany y Martínez, que nunca quisieron entender su personalidad propia. Separada de la vida diocesana en comunión con el cardenal Carles por su auxiliar de demarcación Carrera, quien tenía que haberse llamado Barrera.

La época de la Felicitación Sabatina a la Virgen, que llenaba toda la nave de Santa Maria cada sábado de jóvenes hasta la Guerra Civil es historia. Como lo es la de la era de los grandes párrocos que se inició con el Dr. Joan Palau i Marot, después nombrado obispo de Elna, a finales del siglo XVI. Santa Maria de Mataró era un destino para los sacerdotes diocesanos más aptos del obispado. Hombres de celo apostólico y personalidad como los doctores Llorens, Llauder, Serch, Sumalla o Verneda durante el siglo XVIII; protectores, cuando no motores, de las fundaciones benéficas, escolares y sociales del catolicismo mataronés del siglo XIX como los párrocos Batllevell, Tunyí, Feliu, Pla, Costas o los grandes ecónomos y doctores Joan Palau i Català o Bonaventura Castellà i Pujades. El penúltimo de ellos fue incluido en una terna para obispo de Barcelona en más de una ocasión; o el párroco mártir Dr. Josep Samsó (+1936), gran apóstol del catecismo entre los niños en la línea del Santo Padre San Pío X. Ciudad católica y piadosa, de marcada espiritualidad carmelitana, precursora de la preocupación escolar por su impromptu escolapio y de las actuaciones a favor de los obreros como gran capital industrial española. Una Vic del obispado de Barcelona con sus propias señas de identidad.

El centralismo barcelonés de nacionalistas y progresistas.

Al centralismo catalanista barcelonés cerrado y empobrecedor del mundo de la sectaria Unió Sacerdotal o de los admiradores del obispo Carrera; y al progresismo eclesial de cola marxista, todo esto le ha importado e importa tres pepinos. En los últimos años, pese a llenarse la boca contra el centralismo español, todo lo que ha provenido de estos dos mundos ha tratado Santa Maria de Mataró como una mera colonia. Como un mero patio trasero, todo ello simultáneamente a su verborrea contra el centralismo español o romano.

Las experiencias de los rectorados de nacionalismo ciego de Josep Colomer y Busquets y Joan Barat y Graell y del vicariato progresista-marxista de Josep Lligadas y Vendrell han arrasado todo signo de vitalidad de una parroquia que este año celebra el milenario de su primera referencia documental. Un pergamino datado a 8 de las calendas de abril del año 12 del rey franco Roberto (1008).

Tanto llenarse la boca contra Madrid y Roma y estos dos mundos ridículos y cerrados (el nacionalista exacerbado y el progresista-marxista) han convertido, desde el pontificado del arzobispo Jubany, a Mataró, la antigua ciudad levítica del obispado de Barcelona, en un punto anodino del obispado de Barcelona. Ningún respeto a su idiosincrasia, historia, personalidad o carácter. Una asfixia, un rodillo, que ha marginalizado lo que antes tenia vida propia. Confiando en los feligreses más arrogantes e incultos y demasiado en sacerdotes que nadie quería ni para Barcelona.

Sociología barata o la etapa Lligadas en Santa Maria de Mataró

Cuánta razón tienen aquellos que afirman que estos dos mundos, el del nacionalismo pretendidamente moderado (y realmente estrecho) y el progresista-marxista eclesiales, acaban haciendo en grado mayor lo que tanto acusan a los demás. Dos ideologías que en Cataluña se han acostado juntas pese a que una, la nacionalista, que acaba por convertir la Iglesia local en un coto cerrado (una Iglesia Nacional muy cercana a la siríaca, nestoriana o anglicana) parece la antítesis de la otra, la progresista-marxista, de carácter internacionalista. ¿Como ha sido esto posible?

Cronológicamente hay que referirse primero a la etapa Josep Lligadas (ideólogo del Centro de Pastoral Litúrgica de Barcelona) en Santa Maria de Mataró. Este personaje, después secularizado, llegó a esa Basílica como vicario en la ancianidad del párroco Francesc Pou i Ginesta, el último vitalicio y por oposición que ha tenido esa parroquia. Allí, Lligadas, se dedicó a difundir su pastoral marxista aglutinando a su alrededor los últimos vestigios de juventud que quedaban en la parroquia y engatusando a otros inexpertos. Bajo su acción, como vicario en Santa Maria y posteriormente como párroco de Maria Auxiliadora de Mataró, se sintió llamado a la política y forjó al actual presidente del PSC de Mataró, el a punto de ser cuarentón Ramon Bassas; a la concejal d’ICV de la misma ciudad Quiteria Guirao; o a la diputada al Parlament, Consol Prados (PSC).

De aquel movimiento (JOC-JOBAC) de los ochenta nada resultó para Santa Maria. Mucho estudio de Sociología barata, mucho pretendido compromiso político pero ninguno de aquellos jóvenes se convirtió en feligrés de la parroquia. Ni uno. Mas suerte tuvo el PSC quien reclutó militantes (la idea de Lligadas era el PSUC, pero sus acólitos fueron más espabilados y realista para con su futuro) que se convertirían en futuros líderes del ala cínica del partido.

Aceptando pulpo como animal de compañía

¿Cómo es posible que el catalanismo clerical de los ochenta, con su causa nacional como espíritu de grupo, dejase actuar a sujetos como estos, servidores de una causa internacionalista que consideraba al nacionalismo conservador (y de Misa) como un instrumento de la burguesía (la tesis de Jordi Soler Tura en su “Catalanismo y revolución burguesa” de 1970)? ¿Cómo es que hacían la vista gorda? ¿No oían sus palabras ni veían sus actuaciones?

Volvamos a la miseria del mundo representado por la élite, la Unión Sacerdotal de Barcelona. Este mundo escaseaba ya entonces de prole. Los curas nacionalistas no crían ni criaban, salvo a algunos personajes rarillos. En su misión contra el invasor, de no dejar nada ni entrar a nadie que no fuera de los suyos, necesitaban no ser contestados desde dentro, no tener contestación interna. Faltados de rebaño joven, tuvieron que autoengañarse y no ver en los clérigos marxistas y fieles jóvenes adjuntos ningún peligro. ¿Como multar, amonestar, en los años ochenta, a lo único joven que aparcaba su vehículo en las parroquias catalanas, si habían que hacer piña contra el catolicismo rancio de cuño hispánico, su gran fantasma? Había que autosugestionarse que en el fondo eran excesos de juventud. Que eran de los suyos. Delante de la soledad, hacer pasar pulpo por animal de compañía.

El para-racismo eclesial de nacionalismo pretendidamente moderado

Otra vez el doble rasero. Eran mucho mayores las diferencias doctrinales del catalanismo pretendidamente moderado de Misa con estos clérigos catalanes marxistas y adjuntos que con la ortodoxia de la España católica que tanto detestaban y detestan.

Pero los primeros, los de izquierdas, tenían pedigrí catalán (primero apellidos, después se tuvieron que contentar con el “tarannà”) y los segundos, no. Y pese a ello, el mundo del catalanismo supuestamente moderado eclesial, bien pensante y mesocrático (Colomer en Mataró, Pausas en Terrassa…) escogió enemigo en los segundos para así defender su dominio -la patrimonialización-, sobre la iglesia local.

El mismo error del pujolismo que acariciaba a la progresía catalana pensando que dándoles de comer actuarían de intelectuales de su régimen. Autoengañarse en ver en ellos a gente suya, alucinados en su misión-lucha (Kampf) contra el enemigo exterior: España.

¿Cómo hay que llamar a esto? ¿Despotismo ilustrado? ¿Para-racismo? ¿O simplemente oasis podrido?

Los ochenta pasaron. Lligadas colgó los hábitos y se casó con una bella mujer. Sus hijos parroquiales saltaron a la política y Santa Maria de Mataró sin ellos. Al fin y al cabo todo era política. Los merluzos y alucinados de siempre añoran aquellos años porque dicen que había juventud. Pero realmente aquello no era hacer parroquia. Era una pura y simple ocupación de locales con fecha de caducidad. Una efímero “revival” de lo que había pasado en otras parroquias la década anterior (la de los setenta).