Cartas al Directorio (omnesdicamus@gmail.com)
Enero de 2012

   

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La muerte del P. Abel y la bioética (08/01/20012)
Por José María Valderas

Queridos amigos de Germinans,

Dedican ustedes frecuentes reflexiones a la situación de la teología moral en la archidiócesis de Barcelona. Por otro lado, denominan a su correo eléctronico "omnes dicamus". Si  permiten incluirme en ese omnes, creo que valdría la pena considerar la situación de los comités de ética entre nosotros a propósito de la muerte del jesuita y médico Padre Abel, que en paz descanse. Hay comités y comités. En numerosos centros universitarios se incluyen investigadores de mejorable formación ética, no obstante su valía científica que no viene al caso. Cierto que su opinión debe ser atendida, pues son ellos, en muchas ocasiones, los que tienen que habérselas con la cuestión debatida (de la bioingeniería a la manipulación cerebral pasando por la experimentación animal o las células madre). Pero una capacidad técnica (en la mayoría de los casos no se trata de ciencia, sino de técnica) no les faculta para emitir juicios morales que se supone es lo que deben expresar los comités de ética. En su habilidad de maniobra algunos han conseguido crear instituciones académicas con juristas, periodistas, políticas e investigadores. No estaría demás que la Iglesia barcelonesa iniciara, ante esos comités e instituciones, una labor de acercamiento, proponiendo su propia doctrina iusnaturalista y moral. Vinculados a esos universitarios hay foros de bioética de fundaciones privadas donde los principios morales quedan diluidos en un utilitarismo más o menos confeso, sin reconocimiento del valor de la dignidad de la persona por sí misma.

Hay otros comités de ética vinculados directamente a la Iglesia. Tal el Instituto de Bioética de San Juan de Dios. Produce sonrojo ajeno los documentos que están elaborando recientemente. La formación médica de ciertos componentes de los mismos no parece ir de la mano de su formación moral. La formación médica, además, da lo que da. Un médico puede hallarse familiarizado, por ejemplo, con cuidados paliativos, pero la investigación con células madre o la experimentación animal corresponden con mayor propiedad al biólogo. De hecho la llamada medicina regenerativa la están llevando a cabo, en buena medida, los biólogos. Y ahí es donde surgen la mayoría de los problemas morales.

Cierto es que no es así en todos las instituciones barcelonesas dedicadas a la profundización de la bióetica, pero sí en las más directamente vinculadas al arzobispado.Me gustaría equivocarme, pero por lo que sale de las facultades de teología y filosofía el respeto por la doctrina de la Iglesia es, a todas luces, limitado cuando no preterido.

No es el argumento de autoridad el que en mi profesión he acostumbrado seguir. No defiendo ningún inmovilismo. Sencillamente observo es que las reflexiones morales, concedámosle esa gracia, que salen de san Paciano van ayunas de base científica y menesterosas de coherencia racional a partir de unos principios de, por allí denostada, ley natural.

   

 

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