El Directorio de Mayo Floreal
de Germinans Germinabit

 

Los llamados "Hijos del Concilio" y su capacidad de legitimación (23/12/2011)

Son la mayoría y tienen el poder, pero han perdido algo mucho más valioso que el poder y el número, y es la capacidad de legitimación. La tuvieron ciertamente: ellos eran los que repartían certificados y credenciales de buenos obispos, buenos sacerdotes, buenos laicos, buenos cristianos, buenos católicos. Ellos tenían el sello de la autenticidad. Eran los hijos del Concilio renovador y revitalizador de la Iglesia. Ellos eran la Iglesia. Así lo proclamaban.

Pero como el tiempo, inexorable, pone a cada uno en su lugar, es evidente que éstos no eran lo que ellos declaraban, sino que eran hijos del postconcilio, de esos que hicieron del Concilio un traje a su medida, y de la Iglesia un harapo. Cierto es que de esto hace ya medio siglo. Con la pátina de los años, su error y su decadencia se manifiestan en toda su dimensión. Los últimos coletazos de esa gloria periclitada los dieron, ningún asiduo de Germinans lo desconoce, megáfono en ristre. Desde entonces su declive ha sido cada vez más espectacular. Eligieron el plano inclinado, y no hay quien detenga su caída.

¿Pero qué ocurrió para que algo que se manifestó tan potente como el Concilio Vaticano II, acabase siendo la compuerta abierta para que se precipitase gran parte de la Iglesia al vacío? Pues ocurrió que ahí estaban muchos que, so capa de acercar la Iglesia al mundo, en lo que realmente pensaban era en la mundanización de la Iglesia. Y dijese lo que dijese el Concilio, lo aprovecharon para acomodarlo a sus deseos. Prueba de ello, la escandalosa desacralización de los templos, de la liturgia y sobre todo de sus ministros. Los signos de los tiempos mandaban que tanto ellos como su ministerio se acercasen al hombre, con lo que inexorablemente se alejaban de Dios.

La verdad es que le encontraban más sentido a su vida si la consagraban al servicio del hombre, que consagrándola al servicio de Dios. Por los extremos de desacralización de la liturgia a que llegaron muchos, haciendo un gran alarde de originalidad interpretativa del Concilio, se podía prever la subsiguiente desacralización del sacerdocio y de su ministerio, muchísimo más cerca ya del hombre que de Dios. El hecho cierto es que se preocuparon muy mucho estos sacerdotes de no parecer ministros de Dios: ni por su dedicación, ni por su atuendo ni por su porte. En muchísimos casos al “no parecer”, le siguió el “no ser”.

Se desató un activismo inusitado. Era la modernización de la Iglesia bajo el santo y seña del aggiornamento . Pasaron de moda el recogimiento, la devoción y las devociones. Era el vendaval postconciliar el que se lo llevaba todo por delante: en efecto, tras el Concilio se produjo una espectacular marea de secularizaciones, como si hubieran tocado a rebato. Pero es que, como si se tratase del mismo fenómeno, fue muy parecido el movimiento de secularización que se produjo también dentro de la Iglesia. Fue enorme el número de sacerdotes que colgaron la sotana y se quedaron dentro. Hasta el extremo de que aquello que el Concilio había previsto como una excepción (el no ir vestido como sacerdote) se convirtió en norma; quedando como excepción pintoresca y como especie a extinguir, los que siguieron llevando sotana.

Cambiaron enormemente las formas. Pero como dice Aristóteles en su Metafísica, son inseparables la materia y la forma: son la una condición de la otra. Y como dicen en política, las formas democráticas a menudo constituyen la única materia y son por tanto elemento sustancial de la democracia. Y efectivamente, con el cambio de formas tan espectacular que desencadenó el postconcilio, el huracán se llevó también buena parte del espíritu de la Iglesia. Volaron las sotanas; los ornamentos fueron condenados a la hoguera; muchos santos fueron defenestrados; candelabros, cruces, incensarios y otros objetos de culto fueron a parar al rastro; se arrasaron formas de piedad y devociones. ¿Y eso salió gratis? En absoluto.

Ese travestismo o más bien “desvestismo” de la Iglesia se llevó por delante a una primera gran remesa de fieles. No pocos sacerdotes, al colgar la sotana colgaron también al cura que la vestía. Pero en el torbellino del activismo en que se agitaban y en el trajín que acarreaba semejante mudanza, era muy difícil apreciar que esos tales habían cambiado de oficio: desde dentro de la Iglesia se dedicaron a otras vocaciones que les atraían mucho más, como eran la acción social y la política: la primera despojada de la caridad, ya anticuada, y revestida de solidaridad; la segunda, vendida a los fieles como la forma más viva y auténtica de aplicación del Evangelio, con sus anclajes en la teología de la liberación, que hacía furor porque les ofrecía a los curas un gran papel en una nueva teocracia laica: con Dios como pretexto, pero no como fin.

¡Qué iban a replicar los fieles, si los pastores les decían que eso era la aplicación fiel de las enseñanzas del Concilio Vaticano II! Era la “renovación” de la Iglesia, explicaron: su apertura al mundo, su adaptación a los nuevos tiempos. Ciertamente las ansias de cambio no las tenían los fieles, mucho más conservadores, sino los sacerdotes y los obispos. ¡Menudas ganas tenían de sacudirse la sotana, la tonsura y cualquier otra señal que los delatase como curas! La sotana y la tonsura eran diques de contención de las conductas impropias de sacerdotes. El hábito no haría al monje, pero su eliminación contribuyó poderosamente a disolverlo: porque los monjes, sin hábito, tienden a ser más disolutos o disueltos y van mucho más sueltos.

Con la generación del Concilio nació una nueva legitimidad que los fieles no estaban en condiciones de valorar ni de digerir en muchos casos. Los fieles, desconcertados, lo vivieron como un auténtico golpe de Estado de “los curas del Concilio” (así lo creían al menos ellos) arrebatándoles el poder y sobre todo la legitimidad a los curas clásicos, los que no fueron capaces de digerir esa revolución. Esta legitimidad nacía en primer lugar de la deslegitimación lisa y llana de todo lo anterior al Concilio. La renovación avanzó como un huracán barriendo todo lo antiguo, que confería a sus cultivadores la categoría de anticuados. Fue doloroso. Viví en directo los golpes de Estado de jovencísimos vicarios contra párrocos ya mayores. Ahí empezó para muchos sus meteóricas carreras. ¿Hacia la Iglesia? No, hacia el mundo. Para ellos, y para muchísimos más, eran perfectamente compatibles, intercambiables y asimilables el ministerio sacerdotal y el político. Eran mucho más gente de mundo que de Iglesia.

Lo peor de esto es que fueron ganando y se les fue reconociendo legitimidad; pero no en virtud de su ministerio sacerdotal, sino en virtud de una vertiginosa laicización de toda la actividad social de la Iglesia. Los políticos empezaron a ocupar cada vez más espacio en los servicios asistenciales bajo el nuevo lema de la solidaridad, que sustituía al de la caridad. Y los sacerdotes, que no deseaban otra cosa, secularizaron su actividad social y se convirtieron en brazo religioso de la sociedad civil. Pero como ésta a su vez aspiraba a convertirse en política, ahí que se mezclaron la sociedad civil, la política y los curas, a los que se veía muy en lo suyo: lo suyo para muchos fue la política, conquistada desde las posiciones de la iglesia. La verdad es que los curas estaban muy bien situados para entrar en el juego equívoco de lo social y de lo político. Y muchos, muchísimos se colocaron. Los casos más paradigmáticos fueron entre nosotros el de Mn. Luis Hernández, cura comunista de Santa Coloma, y el del P. Xirinachs. Pero son legión los curas metidos en política de una u otra forma. Se les nota en los sermones, en el trato, en muchas de sus actuaciones y actitudes.

Y como la “acción social”, de tinte inequívocamente político, tenía gran predicamento, ahí se metieron infinidad de curas: admirados, elogiados, celebrados (¿Les suena el Pare Manel? Efectivamente, el que se jacta de pagar abortos. Su acción social, que más laica no podía ser, le justifica). Era la nuevísima forma de ser cura: la del Concilio, decían. Era desde ese ámbito neocatólico obrerista, populista, social y socialista (sin descartar sus versiones más radicales) desde donde se expedían los certificados de legitimidad católica. La oración, el culto, la pastoral fueron relegadas a la categoría de secundarias, y se atendían en tanto en cuanto la actividad social (la verdaderamente urgente y la que consideraban más auténticamente cristiana), les dejaba tiempo y quietud de ánimo.

Han pasado 50 años de eso, y a la vista está la esterilidad desoladora de ese activismo sociopolítico de los curas modernos (¡pues no causaron furor ni nada los curas obreros! Ése era el concepto de sacerdocio de más rabiosa modernidad). Pero por sus frutos los estamos conociendo: hoy ellos son la más deprimente exhibición de la decadencia y de la ruina de la que gustan llamar “Iglesia catalana”. Su decadencia física ha hecho más ostentosa su decadencia religiosa y moral. Envejecidos, su mensaje obsoleto, las iglesias vacías, vacíos los seminarios, y ellos inflados todavía de la soberbia de su juventud. Si por ellos fuera, con ellos moriría la Iglesia: no han hecho escuela. Ni siquiera teniendo los seminarios en sus manos, han conseguido tener seguidores.

¿Pero cómo pueden legitimar a otros, si ellos mismos han hecho todo lo que han podido para deslegitimarse? ¿Cómo pueden andar repartiendo certificados de cristiandad y de catolicidad los que han hecho la vida imposible a sus obispos hasta expulsarlos, los que se atreven a darle al papa lecciones de teología, los que han intentado boicotear su visita a Barcelona, los que han dejado vacías sus parroquias, los que han descristianizado las escuelas cristianas?

Con todo esto han perdido legitimidad, aunque sigan siendo mayoría y tengan ellos el poder, las sinecuras y las prebendas de la diócesis; y han perdido obviamente toda capacidad de legitimación. Hoy la Iglesia bebe su legitimidad en otras fuentes bien distintas y distantes de ese manantial ya cegado de años. Surge con fuerza una Iglesia joven, disciplinada y fiel al magisterio de la cátedra de san Pedro. Ésa es su carta de legitimidad, ésa es la línea que hoy legitima a los sacerdotes y su pastoral. Una línea que gana terreno sin parar, sobre todo porque da frutos abundantes. Es un movimiento muy potente de la Iglesia extendido cada vez por más países. Y como seña de identidad tiene la participación decisiva de los laicos.

 

 

Por un nuevo y renovado Seminario: Formar sacerdotes según el espíritu de la Iglesia (20/11/2011)

Ignoro si las mentes más ciegas y obcecadas, si los más irreductibles de nuestros adversarios ideológicos, habrán percibido el sinfín de alternativas concretas que estamos últimamente presentando sobre la renovación diocesana que necesitamos. Infinidad de veces los Ignasis Garridos, los Jordis Morroses, ese tal Lluís, nuestro amado Quique alias Max, el tal Simpson y otros parecidos, comentaristas asiduos de nuestra página en Infocatólica, nos han querido echar en cara esa nuestra estrategia de crítica que al parecer caminaría pareja a la ausencia de propuestas. Al mismo tiempo afirman que trabajamos para la opción Sáiz. ¡Qué empedernidos, qué obtusos! ¡No nos conocen!

Pero nosotros, a pesar de todo el cerco judicial del que estamos siendo víctimas, seguimos a lo nuestro, con tranquilidad de conciencia y muy enteros. La mente clara y orientada a lo importante. Todo lo otro, también ellos, son minucia.

Hoy toca presentar nuestras líneas maestras, si no sobre la más importante, sí sobre la más trascendental de las realidades diocesanas a reformar: el ámbito concerniente a la formación de los futuros sacerdotes según las orientaciones y las directivas de la Iglesia. Y para ello definimos los cuatro puntos cardinales sobre los que deben construirse los futuros sacerdotes de nuestra diócesis: los fundamentos de la vida espiritual, el trabajo intelectual, una vida comunitaria fuerte y la apertura a las diferentes realidades del mundo y de la Iglesia. Progresivamente, un lugar también para la formación pastoral en relación con las parroquias y movimientos.

Claustre, Seminari Conciliar, BarcelonaUNA FORMACIÓN POR ETAPAS.

El Seminario debe ser un tiempo para estar aparte con Cristo: para entrar en su misterio, discernir y ahondar en su llamada y descubriendo su exigencia, prepararse a su misión.

Formación espiritual

Los primeros años de Seminario, y en particular el año de propedéutica, deben proponer una verdadera iniciación a la oración personal y litúrgica, base de toda vida consagrada al Señor. Esta praxis debe conducir paulatinamente al seminarista a una auténtica vida interior. El objetivo es que los jóvenes comprendan su vocación y respondan entregándose al Amor de Dios. Sin ello, nada. ¿Realmente alguien cree que actualmente nuestros seminaristas tienen a su lado auténticos maestros espirituales? ¿Cree alguien que se les ayuda a la formación de la necesaria espiritualidad de un hombre de Dios?

Formación humana

Para salvar al mundo, Dios se ha hecho carne en Jesucristo. Es con todas las dimensiones de su humanidad, que el sacerdote es llamado a cumplir su ministerio. Necesita pues desarrollar una personalidad equilibrada, sólida, abierta a los demás. Únicamente así podrá comprometerse en un celibato consagrado en vistas a su apasionante misión.

La vida comunitaria es una dimensión esencial de la formación. El Seminario debe ser una gran familia y los seminaristas debieran repartirse, en el seno del mismo edificio, en pequeñas fraternidades de 6 a 8 seminaristas, de un año de duración, con un sacerdote acompañante, cuyo objetivo es rezar, compartir, llevar a cabo diversos servicios comunitarios y sobre todo vivir como hermanos: entrenarse en la fraternidad tan escasa hoy en el clero. El ocio y el deporte deben tener su espacio. Necesitamos formadores, en algunas áreas incluso laicos, de un gran calibre y solidez. Son imprescindibles; y nuestros seminaristas los merecen.

Formación intelectual

La misión del sacerdote es anunciar la Buena Noticia. Eso supone conocerla en su interior, profundizando la fe de la Iglesia pero teniendo bien entrenadas las armas de la razón, como reiteradamente nos recuerda Benedicto XVI. La razón es una poderosa ayuda para la fe. Y todo en estrecha relación con la vida espiritual. El trabajo intelectual es una dimensión importante de la formación del futuro sacerdote.

La Facultad de Teología de Cataluña, tal como está concebida no es el lugar idóneo para ello, ya que presenta una formación escindida de su formación espiritual, del peculiar estilo de vida del sacerdote y de su ministerio pastoral. Lo mismo que sucedía hace 60 años y que los progres de entonces imputaban a sus profesores y formadores.

La formación intelectual del seminarista no puede ser estereotipada ni homogeneizadora. Cada uno de ellos, también en el ámbito intelectual, debe ser ayudado, estimulado y acompañado de manera personal, teniendo en cuenta sus capacidades: para que cada uno pueda dar lo mejor de sí mismo y sean capaces los futuros sacerdotes que de ahí salgan, de anunciar la Verdad que libera.

Todas las materias deben ser enseñadas para permitir a los chicos el desarrollo de una fe personal y estructurada en la línea de las enseñanzas del concilio Vaticano II. Una buena parte de los profesores de la actual Facultad de Teología de Cataluña, constituyen un obstáculo insalvable para ese cometido.

Vitrall, Seminari Conciliar, BarcelonaFormación pastoral

El objetivo del Seminario no es formar monjes sino pastores que siguiendo a Cristo, quieran servir y dar toda su vida para la misión a la que Dios les llama. Eso supone en ellos un ardiente deseo de anunciar el Evangelio y un auténtico amor a Dios y a los hombres para poder dar respuesta a sus necesidades de hoy. Al Cura de Ars le gustaba repetir: “¡El sacerdocio es el amor del corazón de Jesús!”

La formación pastoral debe hacerse progresivamente, sin prisas y desarrollando cada etapa a su tiempo y de maneras diversas: presencia en las parroquias, catequesis, actividades apostólicas durante las vacaciones, apertura a las ricas y variadas realidades de la vida de la Iglesia. Pero los seminaristas no deben pasar el fin de semana, el “finde”, únicamente y por sistema en las parroquias ni entre sus familias de origen. Deben vivir durante una buena etapa el domingo, el día litúrgico por excelencia y de la fraternidad cristiana, en la plenitud de la belleza e intensidad que únicamente el Seminario les puede dar. Sólo así trasladarán esa vivencia continuada de plenitud a sus futuras realidades pastorales. Sus compañeros de seminario son ahora su nueva y definitiva familia.

El año propedéutico, de capital importancia.

Llámese año de ingreso, de espiritualidad, o de iniciación. Lo mismo da. Lo importante es que no sea un año de preparación a los estudios, especialmente para los que vienen del mundo profesional o desde grados académicos diversos. No debe ser únicamente un año para la preparación a la metodología de los estudios eclesiásticos. Debe ser por encima de todo un año para consolidar una formación cristiana de base: enseñanza del contenido esencial de la fe; iniciación a la oración personal y litúrgica que les permita una experiencia espiritual fuerte y estructurada; un aprendizaje a la vida comunitaria; un tiempo de servicio a los más pobres; tiempo para un par de retiros intensos y los ejercicios espirituales de San Ignacio (con los reducidos de seis días del P. Vallet es suficiente) al acabar el año. Esta etapa debe otorgar una mayor libertad interior en vistas a madurar una decisión que progresivamente comprometerá toda una vida. Este año propedéutico debe ser al mismo tiempo distinto e integrado en el primer ciclo. No debe constituir un tiempo de Seminario propiamente hablando, pero sí una preparación que favorezca el discernimiento. Si éste se consolida, la formación se prolongará en el tiempo y la coherencia, poniendo las bases de una auténtica vida sacerdotal según el espíritu de la Iglesia.

Los “propedéuticos” ( en la vida monástica, “novicios”) deben compartir la vida de la comunidad (techo, comidas, servicios, liturgia, tiempos fuertes de vida comunitaria,…) pero a un ritmo particular y con actividades propias y separadas también del resto de chicos. Seria muy bueno que hacia la mitad de curso viviesen un tiempo fuerte cerca de los pobres durante unas tres semanas. Esta etapa de formación al servicio puede desarrollarse en múltiples lugares: en residencias de discapacitados (Cottolengo, p ej,), en algún asilo de religiosas junto a ancianos, o en algún centro de trabajo con marginados o excluidos sociales. Siempre en realidades de Iglesia con fuerte presencia y seguimiento de religiosos, de religiosas o laicos muy cualificados, con gran madurez humana y capacidad de acompañamiento de los chicos.

Un lugar muy importante a partir de este año, como lo es en la formación académica inglesa, lo debe tener la puesta en escena de una obra de teatro, que debe contribuir durante todo el tiempo de Seminario a la entrega de lo mejor de sí mismo, al trabajo en equipo, a la expresión oral y corporal y al sentido estético y musical.

¡No se preocupen, continuará!...

 

 

“Cataluña será cristiana o no será" (13/11/2011)  

Rutas nuevas, un caminar audaz entre dificultades, con un único horizonte.

Es posible que muchos piensen que este lema del gran obispo Torras y Bages, esculpido en la fachada de la abadía de Montserrat, y que condensa las ideas contenidas en su gran obra La tradició catalana, sea algo del pasado y meta utópica de nostálgicos de un orden sobrepasado.

La inmensa mayoría del nacionalprogresismo eclesial ha corregido al prelado vicense, pervirtiendo su intuición y al mismo tiempo tratando de adecuarla a sus tesis. Y así, donde Torras i Bages afirmó la subordinación de Cataluña al cristianismo, ellos afirman la subordinación del cristianismo a Cataluña, proclamando que La Iglesia en Cataluña será catalana, o no será.

Nosotros creemos firmemente que la intuición del obispo Torras, como la de tantos y tan grandes cristianos de una pieza que se han esforzado en ello, fue la de revivir en Cataluña un catolicismo integral, que no integrista, con una mística de la verdadera misión de nuestra tierra para restaurar la cristiandad.

Esta misión, a nuestro modesto entender, como aquellas grandes empresas de evangelización que el monacato emprendió en Europa sobre las ruinas del Imperio Romano, debe poseer tres características esenciales: ser sana, ser santa y ser justa.

Entendemos por ser sana, el evitar contagiarse por principios de opción política al amparo de una u otra bandera partidista, que por serlo, inocula en el pueblo cristiano el virus de la división. El ser sana implica también tener la firme determinación de no sucumbir por necesidades logísticas a la influencia condicionante de lobbys económicos que sirven a intereses mal disimulados.

La segunda característica, la santidad, tiene que ver por un lado con los medios, siempre obligatoriamente lícitos y moralmente íntegros: los que la Iglesia pone a nuestro alcance, siguiendo la pedagogía de la convicción y nunca la de la coacción; pero también se incluyen por otro lado los fines, que no pueden ser otros que la formación y la salvación de las almas.

Finalmente la conversión de las almas debe comportar el establecimiento de un orden social más justo, más humano y a la vez más divino: creemos en la instauración del reinado social de Jesucristo, que se inicia y concreta a través de la implantación de la doctrina social de su Iglesia, Cuerpo Místico que lo prolonga y lo hace visible.

Pero la evolución social, política y económica de nuestra tierra, de esta Cataluña del siglo XXI, nos hace centrar y concretar nuestras esperanzas en tres ámbitos muy concretos: la familia, los jóvenes y la encarnación de una evangelización sobre el terreno de la proximidad.

En medio de la crisis a la que la evolución social de los últimos decenios y la acción demoledora de los poderes públicos ha sometido a la familia , la Iglesia debe enarbolar la bandera de su defensa y con ella, la defensa de la vida, como una se las más altas contribuciones al bien común de la sociedad.

Al mismo tiempo, no podemos aspirar a ningún bien de futuro si no ponemos a las nuevas generaciones, a los niños y jóvenes, no como instrumentos, sino como horizonte de nuestra acción apostólica. Si perdemos a la juventud , perdamos cualquier esperanza de futuro ni para la Iglesia ni para nuestro país.

¡Que Él reine!

Finalmente y casi incluyendo el método para todo ello, la encarnación de una evangelización sobre el terreno de la proximidad.

Encarnación significa compartir sobre lo concreto, poner los pies en el terreno de lo real, hacerse accesible a las personas, evitar la burocratización de la evangelización realizada en despachos altoesféricos (por no decir estratosféricos). Tal actitud impone renuncia, sacrificio, altura de miras, generosidad apostólica…Todo ello imposible sin santidad de vida.

Sin apóstoles, obispos, sacerdotes o seglares, aspirando a una profunda y afianzada amistad con el Señor, nada será posible.

Lejos de estos tres objetivos, que a la vez precisan nuestros compromisos y los materializan, es difícil que se pueda llevar a cabo cualquier tarea evangelizadora.

Vivimos el final de una etapa, el preámbulo de tiempos nuevos: entusiasmémonos ya por ellos, vayamos cuajando nuestras ilusiones en lo temporal y accesible. Abramos la puerta a ideas nuevas. Y sobre todo, recemos y recemos mucho, para que nadie se vea ni se sienta excluido en esta noble tarea que debe llevarnos a gustar la dulzura de una Presencia que no cesa nunca de actuar en nosotros.

 

 

La "Martineztroika" del 24 de octubre (23/10/2011)

http://www.conmemora.com/ims/mijail_gorbachov.jpghttp://img01.lavanguardia.com/2011/04/17/Sistach-durante-la-celebracion_54142600137_53389389549_600_396.jpgMijaíl Gorbachov fue el último presidente de la Unión Soviética, fue el más carismático, el más popular, el más querido fuera de sus fronteras, incluso recibió el Premio Nobel de la Paz, sus reformas a fondo del régimen comunista, llevaron una serie de palabras rusas al lenguaje cotidiano de los occidentales, la "perestroika" o la "glásnost", estaban en la boca de todos al inicio de aquella última década del siglo XX. Pero el resultado de sus gestiones políticas y económicas llevó a la disolución de la Unión Soviética, y a una terrible crisis económica de sus ciudadanos. En las primeras elecciones democráticas en la Nueva Rusia de Boris Yeltsin, Gorbachov se presentó a los comicios y no obtuvo ni el 1% de los votos. Todos estaban descontentos de él, los nostálgicos y abundantes comunistas por el hecho de haberse cargado el Partido y el Imperio Soviético, y el resto de la población por haber caído en una terrible miseria, de la que sólo se salvaron un grupúsculo de escandalosos "nuevos ricos capitalistas", que acapararon en pocas manos la mayoría de las riquezas del país.

Esta forma de actuar con grandes proyectos reformistas que acabaron en fiasco, se acuñó en España con nombres como "Pepestroika" o "Pereztroika", palabras muy similares a la rusa, pero con introducción de nombre o apellido muy nuestra. En la diócesis de Barcelona tenemos que llamarlo con el apellido de nuestro actual prelado el arzobispo Martínez Sistach, por lo que la formúla quedaría en "martineztroika", emulando aquella película española de los años 80 "la hoz y el Martínez" en la que se hacía reflejo de forma cómica a la influencia de los cambios que estaba experimentando el comunismo, adaptándolos a nuestro país.

Tal como informó Prudentius de Bárcino el pasado domingo, corrían rumores de unos importantes cambios de nombres, de cargos y de estrategia del cardenal Martínez Sistach que serían anunciados el lunes 24 de octubre en la reunión con los arciprestes de la diócesis. Una verdadera "Martineztroika", que afectaría a sus principales colaboradores, entre ellos a diversos delegados diocesanos, así como a vicarios episcopales, incluso con redistribución territorial y nuevas zonas pastorales de las que se harían cargo los nuevos vicarios episcopales. También sería significativo el cambio de delegado de medios de comunicación, cargo para el que el cardenal confiaría en un seglar de "SEGURA" confianza, para dar una nueva imagen de su gestión.

Aunque desde Germinans disponemos de bastantes datos sobre algunos de estos cambios y de las personas implicadas, dada la magnitud de los mismos y que no sería la primera vez que al cardenal le dieran "calabazas" algunos de sus elegidos para cargos diocesanos, hemos decidido esperar hasta saberlos todos para hacer una valoración más completa de hacia donde se dirige esta "martineztroika"

Independientemente de este análisis definitivo, hay una valoración que ya podemos hacer de antemano, y es que el cardenal Martínez al igual que Mijail Gorbachov, acabará con muchos amigos fuera de la diócesis, pero muy pocos dentro, donde el descontento con su gestión es enorme y no sólo entre los sectores fieles a la doctrina oficial de la Iglesia como Germinans, sino también entre el "progresismo" que aunque le prometió silencio y no expresar públicamente su descontento, se encuentra desmotivado y decepcionado de la gestión del cardenal que esperaban que fuera de otra manera. Es muy difícil que esta "martineztroika" acabe contentando a nadie. Estaremos muy atentos a los cambios y valoraremos aportunamente la nueva estrategia de nuestro prelado.

 

 

De cuando Vidal iba detrás de los "trolls" de Germinans (8/09/2011)

Ahora que José Manuel Vidal nos dedica un artículo llamándonos trolls y exigiendo que nos quemen públicamente en la hoguera, es preciso que recordemos que hubo un tiempo en que iba detrás de Germinans para que publicásemos la web en su portal. No solo eso, sino que en nuestra más tierna infancia, allá por el día 15 de julio de 2007, publicó una crónica en El Mundo (versión impresa y versión digital) sobre la misa tradicional, en la que se hacía eco de la entrevista que tuvo con Dom Gregori María.

El artículo, que incluía un link a esta página, finalizaba con este párrafo:

La guerra litúrgica está servida. La misa en latín, que, según Dom Gregori María, sacerdote español especialista en liturgia ( www.germinansgerminabit.org ), «murió el 7 de marzo de 1965», está a punto de resucitar. Una riqueza para unos. Un retroceso para otros. «Ite misa est».

Luego tenemos unos cuantos correos privados, dirigidos a algunos de nosotros, en los que nos invitaba encarecidamente a colaborar con su medio digital. Aunque fuere a título individual. Obviamente, por un mínimo de decoro, no vamos a publicar esa correspondencia privada, pero el periodista tiene buena memoria y seguro que no va a negar esta sabrosa realidad .

Desde aquel despecho, está obsesionado con Germinans y no disimula con sus ansias de ver cerrado este portal. Si no lo ha conseguido Sistach, ni las instancias judiciales, esta claro que no lo va a conseguir Vidal. Con la de mails suyos que tenemos guardados, que demostrarían que sus críticas actuales son provocadas por el desengaño sufrido al negarnos a colaborar en su Religión Digital. Por nuestra parte, solo debemos agradecerle la publicidad. Germinans no sería lo que es, sin la desproporcionada campaña en contra que nos han venido montado desde que salimos a la luz.

 

 

La naranja mecánica Sistach (4/09/2011)

«  When a man cannot choose, he ceases to be a man  » .
(Anthony Burgess)

Sistach, como Vicario General y mano derecha del entonces solo y abandonado cardenal Jubany, fue el orquestador de la entrega unilateral en 1985 del arzobispado a la Unió Sacerdotal. Fue el precio a pagar para comprar la paz eclesial en el último lustro de pontificado de un anciano cardenal de Barcelona. Pura táctica de supervivencia de perfecto burócrata.

Desde su despacho en la curia diocesana, Sistach lo tuvo clarísimo. No había que amargarle la vida a su inmediato superior. A ello le debía su promoción hasta la vicaria general del obispado. La paz al precio que fuera para asegurar a Jubany una vejez tranquila. Comprar el silencio de los protestones con cargos. Aquí se fraguó su futura estrategia a desarrollar cuando años mas tarde, en 2004, llegaría a Barcelona como arzobispo titular.

La composición del Consejo Presbiteral del arzobispado en 1985 no puede ser más reveladora del cuadro de honor del despropósito. Los barones de la Unió Sacerdotal repartiéndose el arzobispado como un pastel. Hasta la guinda del festín feudal es de bandera: el P. Serramona como delegado ¡de Juventud! Culminación y apoteosis del nacional-catolicismo pujoliano. No pudiendo presentar obispo, se vaciaba de poder al ordinario –Jubany- que se repartía y entregaba a los capitostes de la Unió Sacerdotal quien proveía de incienso a CiU a cambio de apoyo y fuerza desde la política. El coronel Sistach, el gran estratega, había alcanzado la paz. Cautivo y desarmado el ejército de la fidelidad a la catolicidad de la Iglesia y del amor a su independencia, las tropas de la subordinación eclesial al nacionalismo (aquí en el caso particular catalán*) habían alcanzado sus últimos objetivos. La guerra parecía haber terminado.

1 de octubre de 1985. Aunque la estampa parezca una reunión de la junta liquidadora de la Sociedad Barcelonesa de Cintas e Hilos La Puntual , se trata realmente de la inauguración del curso académico 1985-1986 del Instituto de Teología de Barcelona, presidido por Lluís Martínez Sistach, que actuaba en representación del Cardenal Jubany. A su izquierda Mosén Antoñito Matabosch.
Sistach, nuevo obispo auxiliar de Barcelona, el día de su ordenación en la catedral (27-XII-1987) recibiendo el saludo del nuncio Tagliaferri.
El flamante nuevo obispo auxiliar en Roma. Faltaría más. Que aquí algunos apoyan a los que critican a Roma pero que cuando tocan cargo, cap a Roma falta gent ! ( ¡Todos para Roma! )

*P.S.: Para evitar que el cateto de turno diga en los comentarios que nuestras criticas solo se producen cuando el nacionalismo es catalán pero no cuando es español, le diré que a ver si aprende a discernir también, en toda ideología, entre la defensa de una causa justa y buena y la conversión de esta en una idolatría a la cual sacrificar todas las demás.

 

 

El beato Josep Samsó, una llamada a la reconciliación interna (1/09/2011)  

Pese a que las diversas “gallofes” y gallofines, los calendarios u ordos litúrgicos sea en catalán o castellano de las diversas editoriales después de un año y medio de su beatificación no lo recogen, este jueves, primero de septiembre la Iglesia celebra la festividad del beato Dr. Josep Samsó i Elias (Castellbisbal 1887- Mataró 1936), párroco y mártir.

El Santo Padre dispuso que la beatificación del Dr. Samsó coincidiera con el Año Sacerdotal que se celebró en 2009-2010, con motivo de los 150 años de la muerte y nacimiento al cielo del Santo Cura de Ars, Juan Bautista Mª Vianney.

La causa del Dr. Samsó no se instruyó dentro de otra que recogiera otros mártires asesinados durante la persecución religiosa de 1936-1939, sino que desde su inicio se tuvo en consideración que la muerte martirial fue la culminación de una vida sacerdotal por ella sola era ya ejemplar.

El arzobispado de Barcelona, y por extensión de cercanía toda Cataluña, vio beatificar al Dr. Samsó el pasado 27 de enero de 2010 en una magna celebración en la basílica de Santa Maria de Mataró. Pese a ello, el cuerpo del nuevo beato sigue sin exhumarse para, como es costumbre, en una nueva urna, facilitar la devoción de los fieles. Ni el boletín del obispado se acuerda de él. Solo algunos fieles, contra viento y marea, mantienen la llama de su recuerdo.

Germinans ha adoptado al Dr. Samsó como uno de sus santos y beatos patrones porque en su vida es un modelo para los sacerdotes, pero sobre todo para los de la diócesis de Barcelona. Su estampa editada por sus devotos resume “sacerdote ejemplar, apóstol de los niños, guía de la juventud, maestro de vocaciones, padre de los pobres, celoso de la casa de Dios. Dio la vida por sus ovejas”.

El catecismo dominical que organizó el Dr. Samsó en Santa María de Mataró, fue ejemplar. Así lo reconocieron varios prelados. Inclusos los seminaristas que cursaban la asignatura de catequética en Barcelona lo visitaban una vez año, trasladándose en tren a Mataró. Dr. Samsó daba una gran importancia al catecismo, tanto porque era la preparación a la Primera Comunión como porque consideraba que era el plantel de toda la vida parroquial subsiguiente.

El Dr. Samsó organizó un conjunto de asociaciones parroquiales que facilitaban la continuidad de un niño en la parroquia hasta la edad adulta. Una vez hecha la primera comunión y acabado los cursos del catecismo, aquellos que lo deseaban podían incorporarse a la congregación mariana de San Luís Gonzaga o a la Hijas de Maria, las dos bajo dirección del párroco. Dichas asociaciones disponían de sus propios espacios de reunión y recreo. A parte eran el plantel donde el Dr. Samsó reclutaba a los catequistas del catecismo pues, por ser tan numerosa la asistencia, el solo no lo podía atender (llenaban toda la amplia nave basilical). De esta manera se convirtió en un apóstol de catequistas. A ellos dedicó su famoso libro Guía de Catequistas donde recogió sus experiencias. Fueron sus mismos chavales los que lo animaron a su redacción.

El Dr. Samsó delegaba muchísimo en sus feligreses la organización de las actividades parroquiales. Sea como hemos dicho para el catecismo como en las actividades de la Acción Católica , otra de la perlas de su rectorado. Esta última era confiada esencialmente a los adultos. De hecho solapó la congregación mariana de San Francisco de Borja, los adultos, con la Acción Católica. Es ejemplar el grado de sana libertad de que gozaban, entre otras actividades, en la redacción de su bisemanario local.

El Dr. Samsó, sacerdote de confesionario, estaba dotado para la dirección espiritual. Sus hijos espirituales se cuentan por decenas, entre los cuales los más de una docena de vocaciones al sacerdocio que animó y que acabaron ordenándose y las más de una quincena de religiosas, hijas espirituales suyas. Libertad, confianza y acompañamiento espiritual clave para el clima de corresponsabilidad, comunión y catolicidad que se respiraba en la parroquia.

Visión integral y trascendente de la parroquia, sano discernimiento entre la misión de los sacerdotes en ella y la de los seglares; divulgador incansable de las enseñanzas de los Papas de su época (Pío X y Pío XI); colaborador fiel de Don Manuel Irurita; celoso de la liturgia y del culto; seguidor equilibrado del movimiento litúrgico; predicador infatigable; respetuoso con las diversidad de carismas de sus asociaciones parroquiales a las cuales “sólo” les llamaba a la perfección (terciarios franciscanos, Liga de Perseverancia de ejercitantes, Congregaciones Marianas de espiritualidad ignaciana, asociaciones carmelitanas...); enemigo de parcialidades; colaborador de los colegios de religiosas y presencia regular en ellos; trato amable de la mejor escuela de San Francisco de Sales; dirección espiritual ni rigorista ni laxista; exquisitez en el trato y consejo realista pero trascendente en los temas íntimos que sus penitentes le exponían en el confesionario; profundo conocimiento de la psicología infantil y juvenil y respeto y amor hacia ellos y a su vida espiritual; trabajador incansable; colaborador leal con la otra parroquia de la ciudad; padre de todos los sacerdotes de su parroquia y de todo el arciprestazo como arcipreste del Maresme; párroco que hacía trabajar a sus vicarios pero el primero en estar al pie del cañón; talante acogedor de nuevas realidades de la Iglesia en Cataluña como la Federació de Joves Cristians ; hombre de oración marcado por la espiritualidad de los jesuitas y de San Ignacio de Loyola; divulgador de los ejercicios espirituales especialmente para la gente trabajadora en la línea de los PP. Josep Maria Pijoan y Francisco Vallet; devoto del Sagrado Corazón; organizador de misiones en las parroquias donde estuvo como párroco (San Joan de Mediona y Mataró; hombre recto, puntual y juicioso “assenyat” en la línea del mejor talante catalán; montserratino; catalanista sin exacerbaciones; imparcial en las confrontaciones partidistas de su época; súbdito leal de régimen de la II República ; profeta del final trágico del ésta; luchador contra la blasfemia, lacra endémica de esta tierra... su devoción a Jesús Buen Pastor tuvo un reflejo extraordinario en su propia vida y obras, incluso en la de dar la vida por sus ovejas.

Las escaleras de la subida al cementerio de Mataró, su Calvario. Su muerte salvó la del resto de sus compañeros de prisión pues fue la moneda de cambio para no pasarlos todos a fuego.

La reconciliación del presbiterio de Barcelona con la figura de este párroco ejemplar y la de toda la diócesis con la de Don Marcelo serán los signos de una conversión que germinará, que ha empezado a germinar, abundosamente. Barcelona se reconciliará con su historia y comenzará a salir de la parálisis. No lo dudéis. Ni los más catalanistas de los católicos. No tengáis miedo. Cristo no viene a destruir nada sino a llevarlo todo a la perfección si somos concientes y consecuentes con sus enseñanzas. No tengáis miedo si le ponemos a Él en el centro de la vida diocesana. Es lo que hizo el Dr. Samsó a escala de su parroquia.

 

 

JMJ 2011: Lo mejor de Cataluña, en la Tárraco Arena Plaza (18/08/2011)

"No hay palabras para describirlo", así hablaba Marek, un joven checo, a la hora de comentar lo vivido en la antigua plaza de toros de Tarragona, ahora Tárraco Arena Plaza. Y, ciertamente es así: nunca se había visto la plaza tan llena, ni siquiera en los conciertos de los grupos más populares. Y lo ha conseguido un acto religioso que, sin duda pasará a la historia de la ciudad por la presencia de más de siete mil jóvenes de diversos países que han compartido su fe y su alegría de vivir con millares de tarraconenses.

La alegría, la fe, el recogimiento, la piedad, todo se ha reunido hoy en un acto que ha comenzado con la bendición de la imagen de la Virgen del Claustro peregrina, una reproducción de la que se venera en su capilla en el claustro de la Catedral. Luego, un rosario muy participado y una celebración eucarística que presidió Mons. Jaume Pujol, Arzobispo Metropolitano de Tarragona y Primado de las Españas, concelebrando con los obispos de todas las diócesis que han permanecido estos días en la Archidiócesis.

En su emotiva homilía, con fragmentos en varios idiomas, Mons. Pujol ha dicho: "Vosotros, jóvenes, sois el futuro de la sociedad y de la Iglesia. Como escribía el apóstol Pablo a los cristianos de la ciudad de Colosas, es vital tener raíces y bases sólidas. ¡No creáis en falsas ilusiones y modas efímeras, que a menudo dejan un trágico vacío espiritual! Rechazad las seducciones del dinero, del consumismo y de la violencia. La adoración del Dios verdadero constituye un acto auténtico de resistencia contra toda forma de idolatría. Adorad a Cristo: Él es la roca sobre la que se puede construir un futuro y un mundo más justo y solidario. Debéis construir la civilización del amor; debéis fomentar una cultura de la vida, como tantas veces os animó el beato Juan Pablo II, iniciador y gran impulsor de estas Jornadas Mundiales de la Juventud. "

La Eucaristía ha sido realmente modélica y el final apoteósico: Un verdadero hermanamiento, lleno de alegría, entre jóvenes de diversas naciones, razas y culturas.

Después, el acto ha continuado con una recreación de la historia de Tarragona que ha entusiasmado a los asistentes, que han disfrutado de lo lindo con las intervenciones del grupo Taleia, de la Asociación Cultural San Fructuoso, de los bastoneros, de la Moixiganga y, sobre todo, con los pilares de los Xiquets de Tarragona y la Colla Castellera de Sant Pere y Sant Pau, que han despertado una gran admiración.

Realmente, como decía en Marek, "No hay palabras para describirlo".

Una sentida felicitación al Arzobispo Pujol.

 

 

La miseria moral del nacionalprogresismo eclesial barcelonés (3/07/2011)

El clan de los seglares vividores del nacional-progresismo eclesial en Barcelona se alegra cuando se producen deslices en materia de moral sexual de los sacerdotes “con clergyman ”. Así lo han expresado dos plataformas on-line de matriz única que nos abstenemos a publicitar para no hacer mas daño a los afectados.

Su hilaridad se basa en la siguiente argumentación (copiamos literalmente sus palabras que no van firmadas –luego nos critican por ello a nosotros de anonimato ¿Oi Llisterri, Arenas y Cia?-):

“…se confirma que la obsesión por la ortodoxia de las filas clericales más ultras tiene los pies de barro. Desde hace muchos años estos sectores acusan de fracaso a los sacerdotes más abiertos o moderados, atribuyéndoles la culpa de todas las desgracias del mundo y de los males de la Iglesia. Una y otra vez defienden los preceptos morales más estrictos, a menudo sin ninguna misericordia hacia las personas, como se ha demostrado en el caso del padre Manel [Pousa] y tantos otros. Fanáticos de la rigidez moral, promueven una cruzada de las formas externas, ya sea vestir con clergyman, sotana o hábito, y se autoerigen en un modelo de sacerdote de éxito, supuestamente moderno, que está por encima del bien y del mal y de cualquier “ desliz de tipo moral sexual”. Con una espiritualidad desencarnada, pietista hasta el extremo, están convencidos de que ésta es la fórmula que garantiza el éxito absoluto. La realidad es más tozuda que los prejuicios y que los fundamentalismos pasados de moda”.

A parte del anonimato del comentario y de aquello de “Mal de muchos, consuelo de tontos”, hay que contestar la mezquindad que contienen estas palabras que denotan el calibre del agarrotamiento y embrutecimiento de la conciencia de los que lo han escrito.

Germinans NUNCA (y si no, que se pruebe) ha explicado lo que sabe sobre los desordenes en materia de moral sexual de ciertos personajes insignes y no tan insignes del clero y el laicado nacional-progresista. Algunos de nuestros colaboradores nos han preguntado en alguna ocasión por qué con la cantidad de información que tenemos no lo publicamos (podríamos hacer un libro). Podríamos fulminar a más de algún cura y seglar progre que, pese a una vida altamente desordenada, continúa paseándose por todo tipo de consejos pastorales y instituciones eclesiales. La respuesta es que aunque se dice de nosotros que somos unos cachondos, en Germinans no vale todo.

Esta web ataca lugares teológicos y prácticas litúrgicas contrarias al Magisterio y a las normas de la Iglesia tanto porque son contrarias al Dogma y su evolución homogénea como por las nefastas consecuencias morales que se derivan de tergiversar dichas Verdades. También a un pastor que ha hecho dejación de esta su obligación.

Toda manipulación en la Dogmática católica acaba por repercutir en la teología moral pues la Verdad y el Bien en Jesucristo son indisociables y incontradecibles. No manipular los dogmas católicos, el carácter del sacerdocio católico, el sentido último de la litúrgica y sus normas litúrgicas etc… no elimina el pecado original. Nadie está exento de poder caer. Nadie puede tirar la primera piedra, ni esta web por supuesto.

Ahora bien, la manipulación de lo que la Iglesia enseña se convierte en una dificultad añadida para el avance del Bien porque pretende legitimar lo inlegitimable y posterga en el tiempo la contricción de lo que la consciencia nos delata y por tanto la corrección de la conducta. Afecta pues a la perseverancia en el Mal y agudiza sus estragos y efectos sobre propios y extraños. Sabemos que es peligroso no parar cuando el semáforo está en rojo y aún así muchas veces lo hacemos, pero ¿que opinaríamos de alguien que nos animara a pasar olímpicamente del color este un semáforo? Como todos nos hemos pasado un semáforo rojo en la vida, el progresista proclama con concupiscencia: ¡pasa de las señales! Y el resultado ya lo tenemos aquí: la selva moral contemporánea en que nos han metido.

Si en esta web criticamos a la Forcadas cuando filtrea con el abortismo lo hacemos, no porque su persona nos caiga mas o menos simpática, sino porque al final acaba trabajando para justificar que un embrión, una vida humana, acabe en un cubo de basura. Para que nos convenzamos que aquel acto que la conciencia nos acusa de erróneo no es tal. Lo mismo o aún peor con Pousa, un sacerdote quien uno ya no sabe si sirve a la vida o la muerte.

¿Por qué Germinans nunca ha explicitado comportamientos sexuales personales moralmente desordenados de los nacional progresistas como arma de combate para descalificar y denigrar a nuestros “enemigos” y su autoridad “moral”?

La corrección de un posicionamiento doctrinal o de un comportamiento moral desordenado, también en el ámbito sexual, debe hacerse pública en proporción a su publicidad.

Generalmente los comportamientos morales desordenados en materia sexual acostumbran a ser íntimos y por tanto a afectar a un reducido número de personas. Íntima, que no es sinónimo de liberarla de consecuencias, debe ser pues la corrección para no provocar con ella mayor mal que el bien que se quiere sacar. ¿Acaso no se acrecienta el dolor de la parte más inocente o de la víctima de una actuación sexual desordenada cuando se publicita la misma? ¿Acaso habitualmente no se consigue del que ha cometido un acto sexual desordenado una mayor corrección de conducta cuando el amor misericordioso de una corrección fraterna en la discreción recompone las roturas de un pecado concupiscente realizado en la intimidad?

Seguro que no debe ser por casualidad que los confesionarios no se coloquen en medio de las plazas y mercados, ni que esta web hubiera decidido no escampar a gritos y con nombres y apellidos los desordenes de nuestra diócesis en esta materia. Pero esto no significa que todos los comportamientos sexuales deban ser reducidos a un tratamiento discreto. No fueron pocos los obispos que fueron exilados de sus cátedras por ejemplo en la Edad Media por denunciar públicamente que reyes y señores feudales vivían en público pecado, también sexual. Así el antiguo alumno del obispo Ató de Vic, el sabio arzobispo Gerbert d'Orlhac (futuro Papa Silvestre II), fue expulsado de su diócesis de Reims entre el 996 y el 997 por el rey de los francos Roberto, antiguo discípulo suyo, cuando el primero le recriminó haber dejado a su propia mujer y vivir amancebado con su prima Berta.

En el escándalo Pousa la escandalosa publicidad de lo ocurrido ha ido a cargo del propio afectado con sus afanes de protagonismo mediático. Por otra parte no es lo mismo la situación de un sacerdote que colabora a pagar abortos con otra de un sacerdote que dejase su ministerio para hacerse cargo de una paternidad. En el primer caso se está al servicio de la cultura de la muerte con el sacrificio de la vida de un inocente sin dejar un ministerio sacerdotal ya no amado ni un sueldo que le permite no tener que buscarse la vida. En el segundo, se sacrificaría el amado ministerio por y para hacer posible y tirar hacia delante la vida de un inocente.

Sin quitar peso a las responsabilidades propias, habría que preguntarse y tratar más profundamente el estado anímico de nuestros sacerdotes pues, sin ser una fórmula matemática, no seria irresponsable afirmar que el estado de abandono afectivo y efectivo que viven en Barcelona alimenta el descarrilamiento moral y doctrinal de muchos de ellos. El trato casi funcionarial y despersonalizado entre obispo y sacerdotes que, salvo algún paréntesis, ha predominado en nuestra diócesis desde hace demasiadas décadas ha contribuido a ello de una forma soterrada, lacerada y efectiva. Clero abandonado es clero desordenado en potencia si flaquea una fuerte vida personal espiritual.

Siempre me ha parecido una maravilla que al Santo Padre se le llame Papa que en catalán la palabra coincide, hasta en la acentuación, con la palabra “papa” (papá). El sacerdote es como un hijo para su obispo, y un padre para sus feligreses. Vida y paternidad responsable en todos los ámbitos de la vida forman parte de esta gran aventura del SÍ y que son destellos de aquella otra paternidad del gran Padre en mayúsculas que esta en el cielo. Muerte y aborto corresponden a la cultura de la antivida, al binomio del error y el Mal. Allá cada uno.

 

 

Germinans acudió al homenaje académico a Juan Pablo II (3/06/2011)  

No podíamos faltar. Habíamos informado de todos los pormenores de este acto. Ya el 10-4-2011, Prudentius de Bárcino daba cuenta en su artículo "Un exilio vergonzoso y revelador" de la censura sistachiana a la jornada que tenían preparada los doctores González Padrós y Montagut. El 17-5-2011, Oriolt, en su artículo "Sistach contraprograma" les participaba de la torpe solución de nuestro cardenal a aquella prohibición: inventarse un acto académico con la presencia del cardenal Ruini y con la previa intervención de los dos citados sacerdotes, más la de los decanos de Filosofía y Teología, Joan Martínez Porcell y Armand Puig. Ciertamente, el acto prometía no solo por su intríngulis, sino por la figura del pontífice beato y por la categoría del conferenciante principal, que, como vicario de Roma y presidente de la Conferencia Episcopal italiana, fue uno de los hombres de confianza de Juan Pablo II.

La primera impresión, antes que se iniciaran los parlamentos, fue de decepción. No se había llenado el aula magna del seminario barcelonés, donde se iba a celebrar la jornada. Tampoco es que su aforo sea muy amplio (200 personas), pero allí solo se congregaron 160, incluidos todos los seminaristas, sus formadores y los alumnos de la facultad de teología y de filosofía. Se hallaban presentes el inefable rector del Seminario, sus acólitos Arenas, Oller y Serra; el obispo auxiliar; tres de los vicarios episcopales (faltaba Galtés), los tres sin clergyman, se notaba que Ruini ya no manda y no es necesaria la disciplina en la vestimenta que les impone el cardenal cuando viene Bertone, por ejemplo; Aymar, también sin el clergyman que lucía con el secretario de estado; Matabosch (con su impecable traje y corbata) junto a Pipo Carbonell; tres monjas con hábito, otras diez vestidas de seglar; algún religioso ya jubilado, mezclado con el público que no se pierde una conferencia y la notable presencia del clero germinante. Estos no faltaron y saltan a la vista por su juventud, su atuendo sacerdotal y su alegría innata. Todos ellos son sacerdotes de Juan Pablo II y no podían faltar al acto. Si faltaban los curas progres (no había ni uno), los profesores y alumnos de la Ramón Llull (ni compareció Pié Ninot ni mucho menos Toni Nello) y los medios de comunicación subvencionados: ni estaba Llisterri ni Oriol Domingo. Está claro que sus recelos al papa polaco son tan ostensibles como su boicot al acto. Tampoco comparecieron los nuevos movimientos, tan caros al beato y tan ninguneados por Sistach. Los magros tres cuartos de entrada son fiel reflejo del estado mortecino de esta diócesis, evidenciada por un arzobispo que no tiene poder de convocatoria, ni en un acto en homenaje a alguien como a Juan Pablo II. Boicoteó la primera jornada, se sacó de la manga un tertium genus con el cardenal Ruini y solo acudió el clero germinante. Al final, es el único que no le falla.  

Previamente al vicario emérito de Roma se concedió un plazo imperativo de diez minutos a los sacerdotes Pere Montagut, director del Instituto de Teología Espiritual; Jaume González Padrós, director del Instituto de Liturgia; Joan Martínez Porcell, decano de la facultad de filosofía y Armand Puig, decano de teología. Por razones de espacio, no nos vamos a extender respecto a sus ponencias. Valiente y crítica con el post-concilio la de Montagut; amena la de Padrós; plúmbea la de Porcell y didáctica la del teólogo Puig.

A todos se le concedieron diez inflexibles minutos, controlados cronómetro en mano por Sistach. Finalizada la intervención de los cuatro teloneros, se dio paso al cardenal Ruini, que leyó su ponencia, en un perfecto castellano, con esa delicadeza y deje musical del buen romano. El interés de su alocución se centraba especialmente en su cercanía al anterior papa, que le privilegia como testigo crucial de un pontificado histórico. De su disertación deben destacarse los siguientes aspectos:

1.- La caída del marxismo. Así la tituló el conferenciante y dejó claro que Karol Wojtyla no sabía que iba a caer el telón de acero, pero, por su experiencia polaca, presentía que no tenía esa estructura sólida que se creyó Occidente. De una manera muy expresiva dijo Ruini que, con ello, acabaron dos siglos de revoluciones (1789-1989). De la guillotina al bolchevismo.

2.- La resistencia a Juan Pablo II. Especialmente en Occidente (no en Italia, quiso sacar pecho el cardenal) y de un modo singular en América Latina con la teología de la liberación.

3.- El carácter abierto del pontífice. Jamás comía solo, ni en Cracovia ni en el Vaticano. Y siempre destacaba por ser un abogado incansable de los más pobres, débiles y necesitados.

4. Su defensa inmarcesible de la vida y la familia como respuesta a la dignidad del hombre y la mujer, lo que le valió la fama de papa conservador.

5. - Su apertura al diálogo con las otras religiones, con los hitos de su visita a la sinagoga romana y al muro de las lamentaciones.

6.- Su largo deterioro físico, que hizo visible el sentido cristiano del sufrimiento.

Además de estos seis puntos, amenizó el cardenal Ruini con anécdotas personales como, cuando ya muy enfermo, el papa le recordó que "el obispo de Roma soy yo". O cuando, tras la operación de traquea, no podía hablar, pero le escribió en un folio: “¡Qué me han hecho! Pero... ¡Totus tuus! . Sorprendentemente la intervención de Don Camilo Ruini finalizó con una larga y atronadora salva de aplausos, que el propio cardenal, bastante azorado, tuvo que pedir insistentemente que cesase. Se notaba que los asistentes no solo habían gozado de su intervención, sino que habían vibrado con el recuerdo tan próximo al papa beato.

Finalizó el acto el arzobispo Martínez Sistach. ¿Saben de qué habló? Del credo romano de Romeu y de la visita de Benedicto XVI a la Sagrada Familia. Una vez más...

Y para acabar una anécdota curiosa que refleja el estatus de Taltavull en la diócesis. Al finalizar el acto, en el patio del seminario, esperaba el coche del arzobispado, con el secretario-chofer Alfred Sabaté. El cardenal Ruini se acerca al obispo auxiliar y le dice: "¿Qué no viene con nosotros?". Taltavull le dirige una sonrisa menorquina. En el coche se introducen los dos cardenales y el canciller Sergi Gordo de copiloto. Taltavull saca su modesto utilitario, de diez años de antigüedad y les sigue con el vehículo. Hasta Ruini quedó sorprendido. El obispo auxiliar relegado. Si supiera hasta que extremos...

 

 

GERMINANS: 4º Aniversario (8/05/2011)

Germinans cumple cuatro años de servicio a la Iglesia en Cataluña. No ha gustado ni gusta a todos: eso es imposible. Pero es una voz y es un estilo y es una voluntad de ser Iglesia que no se circunscribe únicamente a quienes escribimos. Como todo medio de comunicación (más aún, de comunión), está formado también por quienes nos leen, por quienes se sienten identificados con los valores que defendemos, por quienes ven en Germinans la voz de un sector marginado de la Iglesia, su propia voz.

Gracias a que Germinans ha enarbolado y ondeado la bandera de esta porción de la Iglesia ignorada, preterida y despreciada por no formar parte del enfervorizado coro nacionalprogresista de la oficialidad y del staff de poder, la esperanza ha vuelto para todos estos que también son Iglesia.

Por fortuna Germinans no es un artificio editorial ni un grupo de católicos (somos más los laicos que los clérigos) que nos empeñamos en que la Iglesia tenga la impronta que nosotros queremos marcarle. No somos el frente conservador y políticamente neutro, en oposición al magmático caos nacionalprogresista en que está convertida la Iglesia en Cataluña (no hay más que leer el último documento de la autodenominada “Conferencia Episcopal Tarraconense). No somos el flagelo del nacionalismo ni del progresismo en la Iglesia , ni pretendemos serlo.

Somos críticos, aunque no tanto como quisiéramos y la situación merece, con respecto a la degradación que ha sufrido la Iglesia local en los últimos decenios: una degradación cuyo recorrido hubiese sido muy corto, de no contar con la entusiasta colaboración de la jerarquía. Lo que ese sector tristemente mayoritario de la Iglesia aplaude, y los medios y las instituciones hostiles a la Iglesia corean, es lo que nosotros criticamos amargamente.

Tenemos puesto nuestro máximo empeño en la fidelidad al magisterio de la Iglesia y a la Santa Sede , que hemos convertido en nuestro santo y seña. No comulgamos con las acomodaciones locales -¡y hasta personales!- de la teología, de la moral, de la liturgia y de la exegética a la carta del Concilio Vaticano II. Esta caótica desvinculación del magisterio de la Iglesia, ese erigirse cada uno en maestro e intérprete de la recta doctrina al margen de la Santa Sede y a menudo en dirección opuesta, ha desdibujado el rostro de la Iglesia dejándola irreconocible para tantos y tantos fieles... que han huido en estampida.

Criticamos y lamentamos, y no siempre acertamos a dar con el mejor estilo, pero no por eso estamos dispuestos a renunciar a un instrumento tan valioso de regeneración. Toda crítica, en efecto, por malintencionada que sea, es constructiva. Tenemos a la vista una de las más duras tormentas que ha sufrido la iglesia: la de la pederastia. La promovieron los peores enemigos de la Iglesia y lo hicieron con las peores intenciones. Ocasionaron un sufrimiento indescriptible, sobre todo a Benedicto XVI, máximo responsable de la Iglesia. Pero una vez más, Dios ha escrito derecho con renglones sumamente torcidos. No nos rasguemos por tanto las vestiduras cuando la crítica nos alcanza a nosotros. La crítica siempre es constructiva, incluso cuando se ve claramente que nos es muy difícil impregnarla de la necesaria caridad cristiana. Por eso nos sentimos impulsados, en este cuarto aniversario de Germinans, a pedir perdón por nuestras maneras poco caritativas cuando ése es el caso; pero en absoluto por nuestras críticas, tan saludables para la Iglesia por el simple hecho de ser críticas.

Y más allá de estas debilidades, nos reconforta haber contribuido a definir un modelo de parroquia, de congregación, de institución católica “germinante”. Su característica más destacada, el hecho de que los fieles perciban con claridad que los sacerdotes están en comunión con el Papa, fuente de toda legitimidad eclesial, como máximo intérprete de la doctrina de la Iglesia. Lo cual no es poco cuando en esta archidiócesis existe el estilo de Iglesia de los instalados, que se permite darle lecciones al Papa (con las anuencias indispensables, ¡claro está!, le montaron el número en la emblemática Basílica del Pino cuando vino a Barcelona a consagrar la Sagrada Familia). Teniendo ese panorama como contrapunto, no es casual que en las parroquias germinantes se incremente sin cesar la afluencia de fieles, la frecuentación de los sacramentos y el esplendor de la liturgia.

Pero por encima de todo, vivimos instalados en la esperanza y la alentamos con todo el entusiasmo de que somos capaces. Nos llenó de alegría la venida del Papa a Barcelona, y nos está empujando a enrolarnos en la Nueva Evangelización el hecho de que la Santa Sede haya elegido la basílica de la Sagrada Familia como su emblema. Pondremos todo lo que esté de nuestra parte para conseguir que también la ciudad de Barcelona llegue a ser la ciudad-símbolo de la Nueva Evangelización. He ahí un horizonte bien sugestivo para mantenernos activos al servicio de Dios y de su Santa Iglesia.

 

 

¡No tengáis miedo! (Beato Juan Pablo II) (2/05/2011)

Ayer la Iglesia hizo un magnífico despliegue de Fe en sí misma. Hacia el interior y hacia el exterior. En el interior de la Iglesia ha vuelto a resonar con fuerza y con total oportunidad su leit motiv: “No tengáis miedo”. No tengáis miedo de ser cristianos, de vivir como tales, de exhibiros como cristianos, nos ha recordado Benedicto XVI en su homilía. A tiempo nos llega su mensaje aquí en España, donde el laicismo es tan agresivo y tan hostil. “No tengáis miedo”. Nos hemos dedicado tantos decenios a tener vergüenza de ser cristianos, tanto tiempo a disimular que lo somos, que inexorablemente hemos llegado a la fase del miedo. Pero ahí tenemos a Juan Pablo II diciéndonos, ahora también desde el cielo, “No tengáis miedo”.

El gesto de Fe en sí misma que hace la Iglesia beatificando a Juan Pablo II ante un millón de fieles y ante las cámaras de televisión de todo el mundo, tiene una honda significación humana, válida también para los no cristianos. Entre los grandes valores de la Iglesia católica, está el de cuidar con especial amor su “canon” de hombres y mujeres ejemplares desde la perspectiva de los valores del Evangelio. Ayer la Iglesia dió el paso previo a la canonización de Juan Pablo II, que es su beatificación. El Papa ya beatificado ha sido un personaje ejemplar no sólo para la Iglesia, sino también para el mundo. Y era importante que su reconocimiento solemne ante todo el mundo, no se dilatase excesivamente en el tiempo, para que no llegase cuando está ya diluida su memoria. Aún está vivísima la memoria de este gran hombre para el mundo y gran Papa para los cristianos. Gracias a su fe, a su vivísima intuición y a su valor, el mundo hoy es distinto, y sin duda mejor.

El otro gran valor que ayer fue elevado a los altares, es la enorme fuerza de arrastre de la fe de Juan Pablo II. Él vivió en la Verdad de Cristo, y transmitió esa fe y esa convicción también a los no cristianos, que por eso le tributaron un gran respeto. Ejemplo eximio para tantos hombres de iglesia, que dejan que los fieles se alejen de Cristo porque su fe no es precisamente de las que arrastran. ¿Cómo podía dudar de la Verdad que predicaba Juan Pablo II quien escuchase sus palabras y contemplase su vida?

Ayer la Iglesia hizo un gran acto de afirmación de sí misma ante la mirada de los católicos, los más necesitados de esta afirmación, y también ante los ojos del mundo. Después del período de infamia de la Iglesia al que ha tenido que hacer frente Benedicto XVI con tan ejemplar humildad y con tan gran temeridad a los ojos de los que dejaron crecer esa llaga en la Iglesia; después de esa enorme tormenta, la Santa Sede ha querido inaugurar un período de resurrección presidido por el gran Papa Juan Pablo II e iniciado con su solemnísima beatificación. “Cómo se mueve la Iglesia ”, me decía a este propósito un agnóstico.

Estamos convencidos de que la solemne beatificación de Juan Pablo II traerá a la Iglesia cuantiosos frutos de santidad, que es de lo que más necesitada anda. Y lo estamos, porque es otro gran Papa, Benedicto XVI, el que está poniendo en las manos taumatúrgicas de su antecesor, el período de renovación de la Iglesia que inaugura con la elevación de Juan Pablo II a los altares. Aunque es bien cierto que no forma parte del nuevo empeño de la Nueva Evangelización, porque tiene entidad propia, estamos seguros de la decisiva contribución de este magno acto a tan vital objetivo. E igual de seguros estamos que si contamos para ello con el excelso patrocinio del nuevo beato, la Iglesia entrará con buen pie en la Resurrección.

Quasi modo géniti infantes. Como niños recién nacidos, recién nacidos a la Gracia. Ésa era la atmósfera que se respiraba ayer en la plaza del Vaticano, desbordada por una multitud de un millón de fieles. Como niños con zapatos nuevos. Es evidente que en la Iglesia se deseaba ardientemente la glorificación de la figura de Juan Pablo II el Grande.

 

 

La Pastoral que entierra el Progresismo Eclesial (20/03/2011)

Muchos no se la han leído, otros se han quedado solo con lo anecdótico, pero debe resaltarse que la Carta Pastoral colectiva de los obispos de la Tarraconense- Barcinonense, aunque muy light y equilibrista, supone el definitivo portazo del episcopado catalán al progresismo post-conciliar. Dejando aparte el tema nacionalista, por el que pasan de soslayo y a nuestro entender de manera innecesaria y peligrosa por lo que puede reportar de división entre los fieles, la filosofía de la pastoral representa una nueva orientación, radicalmente distinta a la de antaño. Solo hace falta ver a quienes cita como argumentos de autoridad: Benedicto XVI y Juan Pablo II, en grado a veces excesivo. La cita al el concilio Vaticano II se limita a una sola vez y de pasada, cuando en el documento del 85 no paraban de hablar de él, así como de Torras i Bages, Carles Cardó o Prat de la Riba. El redactor-relator ya no es el obispo Carrera sino algunos amanuenses de Pujol y Vives.

Cierto es que el documento es muy flojo y poco trabajado. La carta colectiva del 85 era mucho más rica en matices y citas, pero viene a evidenciar el entierro definitivo de un tiempo que ya no volverá. Tampoco volverá (pues ni siquiera ha nacido) el sueño idílico de una conferencia episcopal propia, a la que ni se nombra. Por no mentarse, ni se cita al Concilio Provincial Tarraconense.

Luego está la discutible proclama urbi et orbi de ponerse al servicio de Cataluña. Y Cataluña, en este documento titulado “Al servicio de nuestro pueblo” no es “el Pueblo de Dios”, que es razonable esperar de un colegio de obispos, sino el “Pueblo Catalán”, “el País”. “ También hoy – dice el documento en su primer párrafo- como entonces –se refiere a las Arrels cristianes de Catalunya , de hace 25 años- debemos revisar si somos lo suficientemente generosos y creativos para alcanzar una presencia activa y comunicativa de nuestra fe en todo el tejido social, cultural e institucional de la sociedad catalana ”.

A lo que cabría preguntarse: ¿Qué hacen ustedes mirando hacia fuera, hacia el tejido social, cultural e institucional de la sociedad catalana con la santa intención de comunicarles su fe, cuando son incapaces de comunicarla dentro mismo de las iglesias y de los colegios religiosos?

O la autocrítica que nos regalan en la conclusión: “ Somos conscientes de las carencias y los errores que, como miembros de la Iglesia, hayamos podido cometer en un pasado más o menos lejano, y humildemente pedimos perdón . ¿Carencias y errores de un pasado más o menos lejano , pero en cualquier caso, lejano ? ¿Y que “hayan podido cometer”, en un subjuntivo tan hipotético? ¿Pero es que no van con ustedes el pasado reciente y el presente?

O el olvido de otras cuestiones como ofrecer un análisis de cómo son las escuelas de titularidad religiosa, una de las piezas clave ayer en la cristianización de la sociedad, y hoy en su descristianización.

Son claras omisiones de una pastoral poco elaborada y timorata, pero todo es mejorable, aunque lo cierto e incuestionable es que esta pastoral es el certificado de defunción del nacional-progresismo catalán. Ya no existe. Con el cuento de un documento conmemorativo del de “Arrels cristianes” le han colado el finiquito. Y la progresía aplaude rabiosa. A ver si Vives será el más hábil de todos.

 

 

Caso Pousa: La“Torna” del canonista Sistach (18/03/2011)

Para facilitar la comprensión a nuestros muchísimos lectores de fuera de Cataluña es necesario explicar que en catalán llamamos “torna” al añadido que se le hace a una pieza entera que no llegando al peso requerido debe complementarse con un trozo de más. Cuando el pan pesaba en la balanza, a la hogaza principal que quizás no alcanzaba el kilo, se le añadía un pedazo más hasta que la balanza señalaba el justo peso. En la compra de cuartos o medios corderos a un precio más económico que el corte al detall, también llamamos torna a ese trocito de pecho o cuello de carne que el carnicero le añade para equilibrar la oferta a su favor. Pero a veces la torna es un regalo. Cuando, por ejemplo, en el corte de una medida concreta de tela, si sobra en la pieza un trozo que no sirve ni para retal, este se ofrece como obsequio al cliente. Torna también es el redondeo que hace el vendedor a favor del cliente al cobrarle o devolverle el cambio.

Clarificando esto vamos a explicar como en la nota del arzobispado de Barcelona y en el tratamiento de la noticia por los medios de comunicación vamos a vivir, especialmente en los próximos días diversas situaciones de “torna”.

En primer lugar hay que explicar al gran público que una excomunión no es un despido profesional o como una expulsión de un miembro del seno de una asociación o institución. Una excomunión es una pena medicinal con vistas al bien espiritual del sujeto que la recibe a la espera de un arrepentimiento y una posterior y plena reincorporación a la comunión de la Iglesia. Es el castigo educativo de un padre a su hijo con ánimo de corrección y enmienda.

Es cierto que toda pena de excomunión, incluso las llamadas latae sententiae (diríamos las automáticas), para ser una pena justa debe estar precedida por un proceso administrativo, que no penal, de comprobación de los hechos antes de ser esta declarada. Pero las reiteradas declaraciones públicas del sujeto (en el caso Pousa, en los medios de comunicación y en el libro publicado) la hacen innecesaria.

Pero es que todo este proceso administrativo y penal es innecesario si miramos al bien del individuo, de Mn. Manel Pousa, y al bien de la Iglesia.

Lo que de entrada si es necesaria, como medida cautelar y prioritaria, es la suspensión a divinis, no por la presunta colaboración en aborto terapéutico sino por la ilícita simulación de sacramento en la unión de parejas homosexuales. Partiendo de aquí, hay que acompañar al sacerdote hacia el arrepentimiento y la conversión, proveyendo los medios necesarios para su bien personal. Empezando por un cambio radical en su orden de vida, si este quiere continuar ejerciendo el ministerio y presenta síntomas de dejarse ayudar en ese camino. No es un camino ni breve ni fácil, y necesita más un obispo que actúe como un padre y un hermano que no alguien a la manera de un juez civil. Dudamos que Martínez Sistach, más allá de la pantomima, sepa hacerlo. No lo demostró en muchos años en el Tribunal Eclesiástico.

Signo de todo ello es que aquí las declaraciones a los medios de comunicación sobran. Además evidencian que se está actuando, por una parte movidos por la presión mediática que pide la excomunión como venganza a un crimen (¡esos no somos nosotros, marmota altopirenaica!).

Pero por otra parte, al citar la labor social de Pousa, se ponen vendas antes de la herida, temerosos de la reacción mediática de los progres en el poder que echarán pestes no tanto contra la autoridad eclesiástica sino contra la Iglesia misma como tal. ¡Como si el único que realizara labor social en la Iglesia fuese Manel Pousa y la fundación Pare Manel! ¿Se imaginan a Sor Genoveva, que realiza otra inmensa labor social en el campo de la reinserción de presos, jactándose de colaborar en un aborto? ¿Es qué cada vez que los organismos diocesanos vayan a reprender alguna acción - de sacerdote, religioso o laico- van a destacar que dejan a salvo su labor social? ¿Acaso no es una obligación de todo cristiano su contribución a la caridad, ya sea en tiempos de crisis o en tiempos de bonanza? Esa coletilla no solo hace daño a los ojos, hace daño a quienes desinteresadamente, sin ruidos ni alharacas, realizan también una gran labor social, pero no buscan publicitarla con ataques a la doctrina de la Iglesia.

Porque la autoridad en la Iglesia, no puede ni debe ejercerse jamás, a partir de la presión ni cómo reacción, pues de ser así está en juego la justicia de sus actuaciones. Y en el administrar justicia el bien supremo de los individuos está por encima de todo. El de los católicos, que tienen derecho a recibir de sus pastores legítimos la recta doctrina también a partir de sus actos de gobierno, y el de Mn. Pousa que como presbítero tiene derecho a ser dirigido hacia su fin último, que es su salvación, por todos medios posibles.

Pousa corre el riesgo de convertirse en la torna de este caso porque nadie piensa en él como un padre. Y quizá ni siquiera como un amigo de verdad, quizá porque él, en su ingenuidad, su testarudez o su soberbia (no lo sabemos) también es manipulado por la izquierda ideológica o por toda suerte de rebotados (su amigo Carles Flavià incluido) para sus fines personales de venganza o ataque a la Iglesia. O bajo el pretexto de querer construir otra Iglesia. ¡Otra Iglesia es posible!

Por último, como ya se ha referido, también Germinans corre el riesgo de convertirse en la torna, confundiéndonos con aquellos que desean usar tabula rasa en los problemas de nuestra Iglesia, y haciéndonos responsables morales del “castigo a Pousa”.

Se confunden, yerran o van de mala fe los que lo hacen o los secundan.

Este artículo debería dejar claro el ánimo que nos mueve y la capacidad de distinción de los diversos planos morales de este caso.

En su artículo del pasado lunes, Prudentius de Bárcino, afirmó con tanta rotundidad como dolor que en esta diócesis estamos “ abandonados a las rencillas, envidias, rencores, ansias de venganza, desordenes afectivos e ideológicos, que buena parte del clero vive una triste pendiente de autodestrucción y que a pocos les importa”.

A nosotros nos importa Manel Pousa y la solución de su problema evidenciará en que manos estamos y hacia donde nos dirigimos. Lo menos importante, la torna, la manida excomunión.

 

 

La Plenaria en que todo salió al revés (4/03/2011)

Jamás en la historia de la Conferencia episcopal se habían producido unas elecciones, en las que el panorama final resultase tan absolutamente contrario a cuanto había sido previsto. Por poco no sale elegido ni el cardenal Rouco como presidente. Solo obtuvo 39 votos de 75. Pero si esta primera votación ya casi produce un síncope, lo que sucedió después fue de aurora boreal. Los dos purpurados (Rouco y Sistach) habían presentado una candidatura conjunta para los puestos de presidente y vicepresidente. Se aseguraban mutuamente una prórroga en sus mandatos y no se postergaba al barcelonés del Comité ejecutivo, que es el órgano de poder más inmediato, al reunirse una vez al mes en la sede de la calle Añastro. Y ahí vino la primera en la frente: se elige a Blázquez por 51 votos contra los 17 de Sistach. 17 de Sistach que eran, a su vez, 17 de Rouco; ya que quien no era candidato para nada del cardenal de Madrid era Monseñor Blázquez.

Después de esta descomunal pifia viene un disparate tras otro. Se debe colocar a Sistach impepinablemente en la Permanente y buscarle una comisión que vista bien. ¿Cual? Liturgia. ¿Es liturgista el cardenal? Tanto da. Una comisión apañadita, que le permita seguir yendo a Madrid regularmente. A Liturgia iba el arzobispo de Toledo, hombre de Rouco, que no entró en el ejecutivo. Pues se le desplaza a Misiones. ¿Alguna experiencia? Que más da. Al obispo de Almería le caducaba el cargo en Relaciones Interconfesionales. Pues seguimos para bingo, se cambia su cromo con el de Granada, que estaba en Doctrina de la Fe. Que el arzobispo de Oviedo, Sanz Montes, es un hombre de futuro en la iglesia española, pues van y le cercenan las alas. Ni en el ejecutivo ni en la permanente. Al final, los dos únicos obispos que presiden una comisión de la que entienden algo son los catalanes Saiz Meneses en Seminarios y Taltavull en Pastoral. Esta última una de las pocas novedades congruentes de la Asamblea.

El espectáculo ha sido ciertamente penoso. No lo podían hacer peor. Ni los partidarios de Rouco ni sus opositores. Ya se inició la asamblea con un discurso del Presidente desalentador y puramente defensivo. Pero lo increíble, en un prelado curtido en mil batallas, es no haber previsto una renovación de cargos susceptible de ser acogida ampliamente. Si uno se presenta a un cuarto mandato, debe venir apoyado por la inmensa mayoría del episcopado. Máxime cuando ha tenido un tiempo inmenso para preparar la reelección y conoce como la palma de su mano a sus compañeros. No puede dos semanas antes intentar el pacto del capó con el cardenal de Barcelona y hacer de necesidad virtud. Después pasa lo que pasa. Le pegan la patada a Sistach y casi se la plantifican a él.

Pero si la imagen del sector Rouco ha salido desfavorecida, la de la oposición ha visualizado su clara orfandad. No hay articulado ningún recambio posible. Ninguna figura atrayente que posea la suficiente fuerza moral e intelectual para aglutinar corriente alguna. No existe alternativa que avance en dirección concreta. El voto a Blázquez solo es la expresión de una pataleta contra Rouco. Y los frutos de la sombra alargada del cardenal Cañizares solo tienen resultados contraproducentes. Aparte del pésimo estilo que representa estar enredando constantemente en España, cuando uno es un cargo del máximo nivel y de la máxima confianza del Santo Padre.

Así entre unos y otros la casa sin barrer. Pero ahí está el futuro de la Iglesia en España. Al menos el de sus pastores. Que no es poco. Después del raquítico resultado de estas elecciones, no está claro que los cardenales de Madrid y Barcelona tengan asegurada la prórroga en sus mandatos. En Roma no gusta la imprevisión ni la falta de un amplio consenso. Que ha sido el fatal resultado de esta Plenaria. Vuelve a estar todo abierto. Y urge el paso a la nueva generación episcopal. Que haberla hayla.

 

 

La dimisión de Bernades y su sucesor Batlle (30/01/2011)

A la derecha del Cardenal, Mn. Matabosch y el canciller Mn. Gordo, a su izquierda, Bernades y el Sr. Pere Alegrí.

Muchos, especialmente allende el Ebro, piensan que los graves problemas de nuestra Archidiócesis de Barcelona tienen un cariz político: el nacionalismo. Otros, con mayor capacidad de discernimiento, saben individuar y detallar las particularidades filosófico-teológicas de lo que hemos convenido en llamar el “progresismo eclesial” catalán, que aunque comparte trazos que son comunes con el de otras latitudes, posee una historia y unos vínculos que lo configuran como algo muy singular. Además, el maridaje con la ideología nacionalista, le otorgan una idiosincrasia única.

Tanto el nuncio Riberi, que lo intentó con Don Marcelo, como el nuncio Tagliaferri, que lo intentó con Carles, quisieron poner remedio a la situación eclesial de Barcelona, enfatizando las tres primeras y más urgentes realidades a sanar: la Facultad, el Clero y el Seminario. Lo intentaron pero no lo consiguieron. Sin duda estas asignaturas pendientes forman el trípode en el que está cifrada la renovación eclesial de Barcelona y en parte, de toda Cataluña. Pero no debemos dejar de lado la muy trascendental cuestión financiera sin la cual nada es posible.

Los años del pontificado de Don Ricardo Carles estuvieron marcados por algo más allá de los desaciertos: la corrupción. El delegado de economía, Mn. Benito, propició la existencia de una especie de sociedad, formada básicamente por tres personas, que aún sin formar parte del personal en nómina del Arzobispado (incluso desconociéndolo el mismo Don Ricardo) se dedicó a hacer transacciones patrimoniales a un tercio del valor real de los inmuebles, obteniendo pingues beneficios personales.

Al cabo de un año de su llegada, nuestro actual Arzobispo debía asegurarse un control total y absoluto de la cuestión financiera y para ello la necesidad de un delegado de probada fidelidad personal: su amigo y casi familiar, Mn. Antoni Matabosch. Pero este adolecía de una auténtica competencia profesional en este ámbito. De ahí, la erección de un nuevo cargo, el de subdelegado que recaería en el Sr. Manel Segimón Bernades Eroles, diplomado en Alta Dirección de Empresas en ESADE y en el último periodo de su carrera profesional, alto directivo del Banco Hispanoamericano. ¿Su misión? Poner orden en el caos patrimonial del Arzobispado, tratar de regularizar y poner al día arriendos de muchos locales parroquiales y establecer una relación de confianza con los sacerdotes tendiéndoles una mano en sus necesidades.

Bernades, aún sin vínculos especiales con ningún movimiento eclesial, es un hombre de firmes convicciones e ideales cristianos, casado y padre de tres hijos, con una conciencia ética marcada por la rectitud, trabajador incansable y poseedor de relaciones personales sólidas y de envergadura que abrirán nuevos caminos de financiación a la economía diocesana. Además capaz de dar la cara y de rompérsela si hiciera falta.

Pero al cabo de cierto tiempo, Bernades se da cuenta de que en la Curia hay “mucho bicho” y que en los resortes de la Iglesia de Barcelona muchas cosas chirrían. No obstante, Bernades llevará adelante su labor, especialmente en todo lo que se refiere a la visita del Papa, con una incansable dedicación y esmero, buscando colaboradores de valía que posibilitaran sea las obras en el Palacio Arzobispal como el complicado entramado económico de la visita.

Y aquí llega el conflicto final y los enfrentamientos continuos con el Cardenal y Matabosch, primero en la relación de prelación y deferencia que Bernades pide para los colaboradores financieros de la Visita que él ha proporcionado y posteriormente, al contemplar que de nuevo, Martínez y su amigo optan, tal como denunciamos hace meses, por la liquidación patrimonial de bienes inmuebles a bajo precio para taponar y camuflar el déficit. Política de bajas miras y vuelta a las malas prácticas. Su anunciada dimisión se hace efectiva hoy 31 de enero.

Para sustituirlo el cardenal nombra un personaje singular, Mn. Ramón Batlle Tomás, de 44 años de edad, abogado de profesión y ordenado sacerdote en el mes de junio del año pasado, actualmente vicario de la parroquia de San José de Mataró, intimo colaborador del Vicario Episcopal Segis.

Mn. Ramon Batlle Tomàs, nuevo subdelegado.

Batlle forma parte de una hornada de vocaciones tardías. Este letrado formó parte del Bufete Graells March (hoy Abia Graells March), un despacho influyente de la Gran Vía barcelonesa, muy relacionado con instituciones eclesiásticas. Ya en los foros judiciales de Barcelona se conocía al abogado Batlle por sus claros ademanes de capellán, sin que nadie supiera de su vocación. Lo cierto es que este letrado-sacerdote, natural de Guissona, quiso entrar en el seminario de Urgel, donde no tuvo acogida, recalando después en el de Barcelona, donde congenió de especial manera con el rector Turull.. Se ignora, eso sí, la experiencia económica del nuevo colaborador de Matabosch, ni profesional, ni científica, ni académica.

Por último, solo cabe resaltar que la sustitución de Bernades por el sacerdote Ramón Batlle supone un eslabón más en el destierro de los laicos de los organismos rectores de la archidiócesis. Si a la malograda Rosa Deulofeu y a su sucesora Mercè Lajara, la sucedió un cura, Toni Román; ahora se reemplaza a otro laico por un clérigo. Ello demuestra que tanto Sistach como su camarilla desconfían del laicado y prefieren a sacerdotes en los puestos clave, a los que tienen mejor amarrados. Luego se llenan la boca con la apertura de la Iglesia , mientras se sacan de encima a los seglares que ocupaban puestos clave. Un ejemplo más de su doblez.

 

 

¿Empieza a entrar en razón Sistach con la Sagrada Familia? (21/01/2011)

A falta de confirmación oficial por el arzobispado, se ha empezado a filtrar a los medios que se oficiará una misa mensual en la Basílica de la Sagrada Familia a partir del próximo mes de marzo. La primera celebración se produciría el día 19 de marzo, coincidiendo con la festividad de San José. Obviamente no es la solución más ansiada, pero por algo se debe empezar. Recuérdese que, con anterioridad a la visita del Papa, nuestro cardenal manifestó ante el consejo presbiteral que en la basílica no se celebraría culto. Que solo estaría abierta previo pago de 12,50 euros por cabeza. Después de la dedicación del templo por Benedicto XVI, se publicó aquella curiosa nota en la web del arzobispado recordando que la parroquia de la Sagrada Familia seguía alojada en la cripta y que se designaba al secretario-canciller Sergi Gordo como "encargado de las celebraciones litúrgicas de la Basílica ". Con posterioridad a la misa de acción de gracias, en que más de la mitad de los fieles quedaron fuera del templo, se ideó la maniobra de su apertura al público durante cuatro sábados. Eso sí, sin misa, ni celebración alguna.

Pero las presiones han sido tan fuertes que el cardenal se ha visto obligado a ceder. Los numerosos foros de internet que han protestado ante el escandaloso hecho de que el Papa consagrase una Basílica en la que no se iba a celebrar culto se han unido a la evidencia de que el Vaticano ya había escogido el símbolo de la Sagrada Familia como emblema de la nueva evangelización. ¡¿Cómo podía ser que el templo seleccionado como imagen de la nueva evangelización no estuviese abierto al culto?! Otra de las poderosas presiones ha surgido de la ingente cantidad de público que ha acudido a visitar la Sagrada Familia los días de puertas abiertas. 20.000 visitantes el primer sábado y 43.000 el segundo. Con el agravante de que este último sábado tuvieron que cortar el tráfico de las calles adyacentes ante las tremendas colas que se provocaron. 43.000 personas entrando por una única puerta en un recinto en el que solo se permite la presencia de 6.000. No pasó una desgracia porque Dios no quiso.

Como decíamos al principio esperamos que se confirme el anuncio de que cada mes habrá una celebración regular. El creciente interés de tantísima gente es uno de los frutos de la visita de Benedicto XVI. Ahora bien, esto no debe quedar ahí. Nuestro arzobispo debe ser el primer interesado en canalizar a tantas y tantas personas que se acercan a la Sagrada Familia. Nuestro arzobispo ha de saber canalizar a tantas y tantas personas que se han movilizado para que la Basílica estuviere abierta al culto. Es el momento idóneo. Y a partir de ahí tiene la ocasión inmejorable para convertir él último templo dedicado en el mundo como la catedral europea moderna. Como la iglesia que es de la Sagrada Familia. El faro de la familia cristiana en Europa. Con mayor motivo debe desdecirse de esa estructura bipolar que ha creado con la parroquia de la cripta y aunar energías en una parroquia única, con un párroco renovador y audaz que tenga encargada la misión de la nueva evangelización. ¡Por algo es el símbolo del dicasterio creado "ad hoc!

Estamos orgullosos de haber sido un grano de arena más en las presiones que han motivado la reconsideración de nuestro cardenal. Está claro que cuando los cristianos se movilizan de forma adecuada y eficaz, no hay pastor que se pueda poner de espaldas a su rebaño. Ahora bien, esto solo es un punto de partida. Un esperanzador punto de partida, pero que tiene que ir mucho más allá. No debemos rebajar nuestras exigencias: el templo distinguido como símbolo del dicasterio de la nueva evangelización no puede limitarse a una misa mensual.

 

 

La Sagrada Familia, emblema de la Nueva Evangelización (16/01/2011)

Tan pronto como conocimos esta noticia, tuvimos urgencia de releer la homilía de Benedicto XVI en la misa de la Dedicación del templo, por si contuviese ya alguna clave que nos condujese a esta felicísima dedicación: convertir a la Sagrada Familia en el emblema de la Nueva Evangelización. Para nosotros era evidente que esa decisión venía de lejos.

A mediados de febrero de 2010 el cardenal Sistach anunciaba la posibilidad de que el Papa viniese a Barcelona a consagrar el templo, y lo consagraba efectivamente el 7 de noviembre. El 28 de junio (cuatro meses antes de la dedicación de la Sagrada Familia) el Santo Padre anunciaba la creación del Dicasterio para la Nueva Evangelización, cuyo principal objetivo es restaurar la fe en países de tradición católica (como es el caso de España, donde Barcelona es la ciudad que más se significa en el laicismo anticatólico).

Y he ahí la feliz coincidencia de que sea en España, de la que tuvo que Recordar Benedicto XVI “ el laicismo… como en los años 30 ”, y justo en la ciudad de Barcelona, donde tienen especial significación las palabras del Papa; he ahí que sea justo en Barcelona, donde se encuentra el símbolo más espectacular de que la Iglesia está en perfectas condiciones de empezar la andadura de su tercer milenio en un formato de la más exigente modernidad y sin alterar ni un ápice su mensaje. Precisamente en esta ciudad de España está el templo de la Sagrada Familia, ese emblema de la fe y de la modernidad perfectamente conjugadas, que habla por sí mismo: y lo hace con una elocuencia insuperable.

El Vaticano, que no funciona a golpe de ocurrencias, a los dos meses justos de la dedicación del templo, anuncia que éste será el emblema de la Nueva Evangelización. Está claro que ese anuncio no es una feliz ocurrencia del presidente del Instituto Pontificio recién creado al efecto. El Vaticano necesita más de dos meses para tomar una decisión cuyas repercusiones son de muy largo alcance. Nuestra intuición nos dice que en el momento de la dedicación del templo, esa decisión ya estaba madurándose, si no es que estaba ya tomada.

Es posible incluso que cuando llegó Sistach al Vaticano tan oportunamente (de la mano de Cañizares, con mando en la curia vaticana, no lo echemos en olvido), el sueño de la Nueva Evangelización en que el Papa ha puesto todo su empeño, estuviese avanzando ya en forma de proyecto; y que éste, o incluso el mismo sueño, estuviese presidido ya por su emblema: la Sagrada Familia. Un emblema potentísimo tanto de fe como de modernidad.

La Nueva Evangelización es la coronación del pontificado de Benedicto XVI: empresa comparable a las cruzadas y a los concilios. Benedicto XVI (o Joseph Ratzinger, como gustan de llamarlo los laicistas) es el indiscutible líder moral de Occidente. Es el que con mayor determinación está defendiendo el legado cultural de nuestra civilización, inseparable del legado de fe que defiende como padre espiritual (el Santo Padre) de los católicos.

Por eso, por la enorme trascendencia de la magna empresa que ha emprendido el Papa (la Evangelización fue una empresa de siglos, en la que se enrolaron las mentes más preclaras y las mejores conciencias de la humanidad), la porción de Iglesia que estamos en el entorno de la Sagrada Familia, manifestamos nuestra inmensa alegría porque haya sido elegido este grandioso monumento de Naturaleza, Fe y Razón, como emblema de la Nueva Evangelización.

Nos llena de alegría la elección de este gran símbolo de vigencia y modernidad de la fe providencialmente situado en Barcelona, porque esta localización geográfica será determinante para que nuestra ciudad ocupe un lugar destacado en el programa de esta magna empresa. Sospechamos incluso que no debe ser ajeno a las intenciones del Papa, que la evangelización de Barcelona se convierta en el prototipo del nuevo estilo de la Iglesia en la transmisión de la fe y preservación de la moral, de manera que no sólo el gran monumento arquitectónico de Gaudí, sino también la bellísima obra de una Iglesia renovada en Barcelona, constituyan el emblema más fiel de la Nueva Evangelización.

Por eso hoy se convierte en una necesidad repasar las palabras del Papa en la homilía de la consagración de la Sagrada Familia. A pesar de estar sembrado el discurso de frases sublimes, el pensamiento que para nosotros constituye la clave del arco de esta elección de la monumental templo como símbolo de la Nueva Evangelización, es éste, que prácticamente preside el discurso, inmediatamente después de los prolegómenos: “ La alegría que siento de poder presidir esta ceremonia, se ha visto incrementada cuando he sabido que este templo, desde sus orígenes, ha estado muy vinculado a la figura de san José . Me ha conmovido especialmente la seguridad con la que Gaudí, ante las innumerables dificultades que tuvo que afrontar, exclamaba lleno de confianza en la divina Providencia: “ San José acabará el templo ”. Por eso ahora no deja de ser significativo que sea dedicado por un Papa cuyo nombre de pila es José .

A Benedicto XVI le ha impresionado profundamente la “profecía” de Gaudí, que diseñó un templo cuya alma era la fe; y que si hubiese quedado sin culto, tal como pretende el laicismo de esta ciudad, hubiese sido un bello cadáver sin alma y sin vida. Por eso se impresiona el Papa al verse él dando alma y vida a ese bellísimo cuerpo. Por eso cree que el hecho de que un Papa llamado José le insufle a esa “inmensa mole de materia” , como dice él mismo en su homilía, el alma y la vida que le son propios, forma parte del cumplimiento del sueño de Gaudí: para quien una Sagrada Familia que no hubiese sido un faro de la fe y un gran centro de culto, hubiese sido obra muerta, como un cuerpo sin alma.


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